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Pecho a lo hecho

En Colombia no hay sobre quien triunfar, sino sobre uno mismo, había...

18 de octubre de 2011 Por: Jotamario Arbeláez

En Colombia no hay sobre quien triunfar, sino sobre uno mismo, había dicho nuestro profeta en un manifiesto, y sobrentiendo que no logré superarme. Pretendimos ser insurgentes y pacifistas, anacoretas y sultanes, patafísicos y filósofos, poetas y publicistas, los sabios de la tribu y la mala conciencia de nuestra época.Resultamos las paseantes del prostíbulo. No pasamos de pretenciosos. Sigo con los dientes completos, se me cayó una uña del pie y el pelo que había perdido lo he recobrado. Una poca de ácido úrico me ha ocasionado amagos de gota. Y la claudicación, no fue intermitente. Los versos continúan siendo los mismos, a los que les practico agregados en mi computadora portátil. Convencido de que el Espíritu Santo no dicta sino en versículos. Y mientras más les adiciono más se van convirtiendo en un solo poema, en éste, que es al mismo tiempo la totalidad y la síntesis. La mayoría de los amigos se ha ido yendo, como se va el alcohol en las mesas de la alcoholemia. La modelo que me propuso la vida para darle rienda suelta al amor hasta sublimarnos me abandonó y se murió, y también se murió su esposo. De quien conservo, no sólo los desnudos de su mujer, sino todos los cuadros que en los bares vendiera por cinco pesos y que ahora valen millones que nadie ofrece. El pesado nos resultó algo así como un segundo Van Gogh. Mientras que yo, el berraco de Guacas que se esperaba, no resulté con nada, como me lo espetó el difunto Germán Espinosa.No caí con las zancadillas que me pusieron, puesto que siempre anduve avisado. Nunca estuve en la cárcel porque never me sorprendieron, a pesar de la capacidad de asombro que me gasto en cucas. La única vez que estuve a punto de morir fue en las playas de Pernambuco, arrastrado por una ola. Decía “mar perigroso”, y como no le tengo miedo al mar ni al peligro me fui de olas. Terminé ahogándome en caipirinha esa noche con mis dos salvavidas chambimbes.El poeta Roca para sacarme del ring me tiró a matar. Pero como yo no me dejo, nos pasamos quince años lanzándonos estocadas con floretes recubiertos de excreta, hasta que la poeta María Mercedes Carranza concilió a los duelistas en una misa conmemoratoria del fin de la guerra de los mil días. Hoy, ambos miramos el juego de piernas de los poetas del mundo desde ring side.En la vida todo hace daño, empezando por el bien cuando se hace mal. Cuando repartes el amor por partes iguales, sin tener en cuenta el grado de correspondencia que cada uno merece. He armado mi biblioteca como un rompecabezas de ocho mil piezas y cada una de ellas es una historia de amor que ya no me arrisco a contar. Nadie escribe para sufrir, antes bien, para paliar el sufrimiento regándolo entre los otros. Sin caer en el lloriqueo. Nunca hubo una santa con historia más bella que la llamada Liberata de Portugal, que se dejó crecer la barba para que su bárbaro prometido no le profanara las piernas. Hoy soy el practicante número uno del culto a Santa Librada. De los poetas con quienes entablé relaciones peligrosas lo único que me queda es Rimbaud, de cuya mano llegué a París a recibir El cuerpo de ella, de manos del poeta Emmanuel Lequeux. Y también Lautréamont, quien me condujo a Montevideo, donde el poeta Maca me publicó Culito de rana y el poeta Luis Bravo con su celular me tomó una foto en la puerta de su hipotética casa. Una montevideana que se me sentó en las rodillas, debió ser el mismo Conde bizarro haciéndome visajes desde ultratumba. Lamenté no haber tenido el tiempo ni el espacio para hacer la comprobación. El amor que mantiene viva la llama de la sexualidad nunca se apaga, así no existiera la vida eterna. La mejor pluma de un país debe ser al mismo tiempo su mejor pinga.

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