Otra ronda con la muerte (1)
En la convicción de que a la muerte hay que tratarla de tú, y darle a entender que sabemos que está hecha de un material nadatizante que lo menos nos provoca es temor, transcribo unas páginas de un diario de 2002, como una despedida que no tuvo curso. Desde entonces, de mis amigos más queridos, han descendido Cachifo, Barquillo, Carenalga, R.H. Moreno Durán y Óscar Collazos. A ellos va dedicado el escrito: De estas ciudades quedará / El que pasó por ellas, el viento. / Sabemos que somos provisorios, / Y lo que vendrá después de nosotros, / Nada digno de ser nombrado. Bertolt Brecht.El día que se me presente la muerte, así sea una muerte natural, será una muerte prematura, pues las células del ejercicio amoroso continuarán requiriendo el viejo contacto, el del antiguo mete y saca de los chicos de la naranja mecánica, tal como acabo de escuchar en el surco dogs de pink floyd, you know its going to get harder, and harder and harder as you get older, sabes que se te va poniendo más y más tieso a medida que te vas haciendo viejo, y lo peor es que de todo lo gozado y hecho gozar no vibrará ningún recuerdo cuando los gusanos se hayan cebado en el mío, o tal vez sigan rondando por los archivos akásicos de que habla la doctrina secreta de madame blavatski, rondando por el cosmos del tiempo, y sin miedo a la muerte por haber cumplido a cabalidad y hasta con desmesura los presupuestos de la vida, como suelen los inmortales, iré entrando por esos sucesivos siete estadios de la agonía, tan bien planteados por kübler-ross: choque, denegación, cólera, depresión, regateos, aceptación y decatexis, hasta llegar al reino donde me disolveré en la luz, y como nadie muere de la misma manera aunque la carga de vatios de la silla eléctrica sea la misma en el mismo estado, la mía será una muerte inédita, de acuerdo con la clorofila de mi arbusto genealógico, mi carta astral, mi hoja de vida y la clara consciencia para el libro del juicio del peso de mis faltas y de mis logros, (comienza el estadio de choque) después de tomarme el pulso, auscultarme el pulmón y otearme la lengua el galeno pronunciará la sentencia del lapso restante, lo que me representará el choque tanático, al saber que todos los enemigos han desaparecido y que de ahora en lo que me resta a lo único que debo enfrentarme es a lo inevitable que evité durante toda la vida, comenzaré a familiarizarme con la muerte animada, y la fachada del mundo que me decoraba la pasantía por la vida a pesar de que siempre percibí con mi astucia que no existía la existencia sino como ilusión de mis cinco sentidos, también ellos inexistentes se irán apagando mis ojos, se acabarán las sinfonías y matracas en mis oídos, se desleirán los sabores y clítoris en mi lengua, se difuminarán los perfumes y hedores en mi nariz, y desaparecerá la seda de las nalgas amadas en las palmas de mis manos, pero como sabré que el mundo continúa rodando a mi alrededor indiferente a mi angustia, me haré el pendejo, además, para no desestabilizar la sacra armonía de las esferas, ya que la de la tierra nunca la dejé quieta, (empieza el estadio de denegación) miraré a la muerte a los ojos y en vez de sentirla como una enemiga la encontraré como una mujer más para seducir, en vista de que en este despuntar de la agonía soy un hombre diferente y en cierta forma superior a los demás hombres, por cuanto tengo ya el destino indeleblemente trazado, pero será la carta por jugar para vencer el as del verdugo, mientras se le da tiempo a la ciencia para que me procure el antídoto al diagnóstico fulminante, (empieza el estadio de cólera) pero ante la impotencia de la curandería aceptaré, en medio de la más ardiente sublevación, la sentencia.