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Las delicias del ocio

Ahora que confluyeron dos pestes inesperadas, la vejez con visos de ancianidad y el coronavirus con su ataque simultáneo a la salud y a la economía.

30 de marzo de 2020 Por: Jotamario Arbeláez

Ahora que confluyeron dos pestes inesperadas, la vejez con visos de ancianidad y el coronavirus con su ataque simultáneo a la salud y a la economía, recuerdo cuando ayer no más hace 60 años recostado con mis amigos poetas iconoclastas en el Puente Ortiz que no se ha movido, posábamos de inmortales. Lo que comprobamos al vernos sobrevivir al Hotel Alférez Real que se vino abajo con el poeta Antonio Llanos, huésped eterno de su propietario Álvaro H. Caicedo. Éramos la juventud desesperanzada por la reciente guerra mundial y la reciente violencia regional, pero alzada a piedra verbal contra lo que nos impidiera contemplar, saborear, escuchar, olfatear y palpar la vida. La muerte no entraba en nuestros proyectos y no tenía cabida en nuestra agenda ni en nuestras baladas. Sin percatarnos de que sólo el cantar a la muerte, como había hecho el saldable y profundo poeta X-504 Jaramillo, podría procurarnos algún atisbo a la eternidad literaria. “Si me encuentro con la muerte / ¡qué susto le voy a dar! / le diré que en la otra esquina / me acaban de asesinar”. Celebrábamos en cambio el amor sensual en prolongados orgasmos líricos. Y nos dolíamos del tradicional enamoramiento que nos puso a veces a boquear como empedernidos románticos.

El que se ha solazado con el amor de lo lindo y luego de lo feo, al que le ha dado en la cabeza un amor y cuenta con el martillo de la literatura, más pendejo si no hace uso de él para sacarse los clavos. Lo han hecho desde Petronio y Pedro Abelardo hasta Henry Miller y Jean Genet. Para no hablar de Bukowski que es un escandaloso.

Tiendo a ser agradecido en cambio con esos amores que me dieron de beber de su belleza, delicadeza, señorío y sabiduría a la par que de sus botellas, cuando aún daba volteretas para encontrarme. Aura Lucía Mera, el presente más exquisito que en el pasado me trajo la poesía, me lo dijo sosteniéndome en sus brazos: “Usted no vaya a comportarse jamás como un resentido social. Eso no le luce”. Y lo hice. Quiero decir, no lo hice. En vez de irme contra los ricos que me ofrecían afecto y trabajo sin pedirme que desistiera de denunciar la protervia, decidí vivir tan o más rico que ellos. Sin transigir. Conspirando con júbilo, conspirando terminaron por jubilarme.

Encerrado en el campo cultivo ahora las rosas del ocioso y me pasmo contemplando los dientes de león que de un momento a otro tapizan y desaparecen de los prados recién podados. Estamos vejetes y con el virus pellizcándonos una nalga, ya que somos su boccato di cardinale. Mi mujer y mi hijo impiden que pase la portada de la casa de campo para irme a bañar al río desnudo, ya que nadie sale de su casa o de su choza, ni los perros ni los zorros ni las gallinas. Me dicen que el virus puede estar en el aire o entre las piedras echándome el ojo. Aunque creo que exageran les hago caso y es así que me he leído en lo que va de cuarentena los libros que tenía sobre la mesa de noche, entre ellos ‘El paraíso perdido’, ‘El tiempo recuperado’, ‘La montaña mágica’ y el ‘Orlando furioso’. Y he comenzado a escribir la novela de cuentos con la que vengo soñando desde que leí El Decamerón de Boccaccio, de esos diez personajes que se refugian de la Peste Negra que azota a Florencia en 1348, y los 12 nobles de El heptamerón, de Margarita de Valois, reina de Navarra, mientras escampan por 7 días de las tormentas que los mantienen incomunicados por la caída de un puente. El tema de los cuentos es sensual y picaresco, con la diferencia de que mientras en el de Boccaccio los hombres se burlan de las mujeres en el de Margarita las mujeres tienden a reírse del hombre.

No me faltaba sino la peste como campanazo para empezar, y el refugio paradisíaco lo más alejado posible del mundanal contagioso. Pues mi compendio se llamará El sexamerón, con la narrativa producto del aislamiento en MaraVilla de Leyva de seis personajes de los tres sexos, de los cuales daré mayores detalles la semana que viene.

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