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La Reforma

Tenemos que encontrar maneras para que los que fueron descartados se conviertan en actores de un futuro nuevo. Tenemos que involucrar al pueblo en un proyecto común que beneficie no solo a un pequeño grupo de personas

30 de abril de 2021 Por: Jorge Humberto Cadavid Pbro

“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”.
Palabras de la constitución pastoral del Concilio Vaticano II Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual y que no dejan de tener fuerza en la comunidad actual. Esa cita está muy de acuerdo con la encíclica del papa Francisco Fratelli tutti, que en momentos de enfrentar la tempestad producida por el Covid-19, nos hace ver la vulnerabilidad en la cual se encuentra la humanidad y que nos hace preguntarnos cuál es la situación hoy del hombre en el mundo, por qué nos parece estar en un tejido social carente de fraternidad, solidaridad o amistad social. Es dentro de este contexto que aparece la nueva reforma tributaria.

Por lo anterior es que quiero retomar frases del papa Francisco, que nos ayuden a reflexionar cómo sería elaborar la mejor reforma tributaria para que fuese comprendida y aceptada por todos los que vivimos en Colombia y que pudiéramos hacer todos los colombianos el camino juntos, para buscar lo que el gobierno se propone alcanzar con ella:
“Hacerle frente al alto endeudamiento producto de la pandemia, garantizar la sostenibilidad de lo que denomina agenda de transformación social y mejorar el recaudo general de impuestos”, esto que se hizo a partir de la comisión de expertos, realizarla con todos los interesados para el caso.

El papa Francisco defendió, en una reunión virtual (noviembre del 2020) con jóvenes empresarios de distintos países: “La urgencia de apostar por una nueva mentalidad económica que permita ayudar a los maltratados, los pobres, los excluidos” y decía: “Pasada la crisis sanitaria en la que nos encontramos, la peor reacción sería de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Hacer un pacto para cambiar la economía actual y dar un alma a la economía del mañana”. En esa misma oportunidad, insta a los jóvenes economistas y empresarios del mundo a “estudiar y a practicar una economía diferente, la que hace vivir y no mata, que incluye y no excluye, que humaniza y no deshumaniza, que cuida la creación y no la depreda con el objetivo de poner en marcha un nuevo modelo económico, fruto de una cultura de comunión, basado en la fraternidad y en la equidad”.

Y ante decisiones que tienen que tomar los gobiernos en medio de esta pandemia, pensemos: “¿Qué es lo más importante? ¿Cuidar a la gente o que el sistema financiero no se detenga? ¿Dejamos en suspenso la maquinaria que genera riqueza, siendo conscientes de que la gente sufrirá, aunque así salvemos vidas?”.

“Tenemos que encontrar maneras para que los que fueron descartados se conviertan en actores de un futuro nuevo. Tenemos que involucrar al pueblo en un proyecto común que beneficie no solo a un pequeño grupo de personas. Tenemos que cambiar la manera en la propia sociedad funciona tras la crisis del covid”. (Soñemos juntos).

La invitación, la hace el mismo Papa: “Evitemos la miopía existencial que nos hace elegir selectivamente lo que vemos y mucho menos nos dejemos contaminar del virus de la indiferencia, para que no miremos hacia otro lado porque no vemos una solución mágica, dejemos de comprometernos en buscar la salida”.