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El IVA de Iván

Con el IVA de Iván queda en evidencia la pobreza argumentativa de algunos funcionarios de su Gobierno, encargados de la Economía del país.

6 de noviembre de 2018 Por: Jorge E. Rojas

Con el IVA de Iván, lo primero que queda grabado en la memoria de todos -los que no lo votamos y quienes lo eligieron- es el recordatorio de las formas más tradicionales de la política durante el último tiempo de nuestro país, con las contradicciones siempre a la vuelta de la esquina. El universo de la sátira que tanto lo indignó de candidato, desde la semana pasada está inundado con videos y llamados a la memoria de sus tiempos en campaña y de senador, cuando la reforma tributaria le parecía una cuenta imposible para la clase media, ¡una infamia!, decía entonces, sincronizando con la mano rígida el énfasis de sus palabras en el Congreso.

Con el IVA de Iván, quedarán gravados los cuadernos que necesitan los niños para ir a estudiar con libros que también quedarán gravados. ¿Y si los educamos por internet? En estratos uno y dos, la conexión no tendrá alza. Listo. Pero en todo lado, cualquier equipo de cómputo de más de un millón de pesos tendrá el mismo IVA, lo que resulta más o menos la misma cosa. Es decir, la información que como sociedad necesitamos desde la infancia para aprender a elegir, tendrá impuesto. Quedarán gravadas las revistas. Este y todos los periódicos con sus secciones de opinión. ¿Quedará gravado Matador? Vaya marranada. Por fortuna burlarse de nuestras desgracias sigue siendo gratis.

Con el IVA de Iván queda en evidencia la pobreza argumentativa de algunos funcionarios de su Gobierno, encargados de la Economía del país. Ahí queda la perla del viceministro de Hacienda, Luis Alberto Rodríguez, cuando el otro jueves con la W Radio patinó durante 42 minutos intentando defender, de titubeo en titubeo, por qué tendrán gravamen los huevos y las zanahorias, como le preguntó Félix de Bedout, y no las bebidas azucaradas. “Hay otros bienes que se gravan diferente”, insistía el muchacho entre los tropiezos: ¿Qué diferencia hay entre un tomate y la caña de azúcar? Viceministro, ¿pero de dónde salen las gaseosas? “No, no, pero eso son cosas diferentes, la caña de azúcar y las bebidas azucaradas son cosas diferentes, en el mundo por ejemplo existen otros impuestos a las bebidas azucaradas…”.

El domingo, en una entrevista publicada en este diario, el director de la Dian, José Andrés Romero, dijo que a pesar de la oposición que tiene el incremento propuesto, el IVA de Iván es la única alternativa que han trabajado para conseguir los 19 billones de pesos que necesita la Ley de Financiamiento, concebida para tapar el hueco fiscal heredado de todos sus antecesores en la administración del país (el término diplomático para lo que hacen es ese, ‘hueco’, sinónimo de roto, o madriguera). Sin esos 19 billones el asunto es simple: habrá menos plata para la educación y el campo, seguramente, porque los 33,5 billones para el sector defensa aprobados en el presupuesto nacional serán intocables. En la política de las contradicciones, hoy en Colombia debe tener mucha más razón ser dueño de un tanque de guerra que de una biblioteca.

Con el IVA de Iván, el universo de la sátira suele por estos días rebobinar su imagen de candidato en los últimos días de campaña, cuando quedó grabado en un video intentando la 31 con un balón, en un frustrado acto de malabarismo que sorteó con las mangas remangadas y zapatos casuales. Hasta entonces pareció un simple hombre falto de fútbol en la vida. Ahora de presidente, al rebobinar la imagen su falta de forma es comprensible: es un hombre muy comprometido con la gaseosa.