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De haber nacido en esta época, su bautizo quizás habría quedado envuelto...

15 de junio de 2015 Por: Jorge E. Rojas

De haber nacido en esta época, su bautizo quizás habría quedado envuelto en la glamurosa tendencia que ahora adoptamos para llamar a los licuados espesitos que venden en la calle. Y en el anuncio colgado a la pared, lo habrían ofertado como Yellow Smoothie. Por fortuna en ese sentido fue inventado hace mucho, tiempo en el que las cosas se llamaban por lo que eran y si eran buenas sobrevivían a pesar de la sinceridad que quedara expuesta en las palabras.En las cuentas inexactas de la memoria, en la panadería La Fina llevan más de veinticinco años vendiendo una bebida con mucho éxito, no obstante su nombre desprovisto de seducción: ponche de huevo. Si usted no lo ha probado, en todo caso, no se deje despistar por ese bautizo tibio porque es un sorbete helado, amarillo y enviciadoramente dulce, que no se consigue en ninguna otra parte del mundo, solo aquí, en esta ciudad de sabores únicos, como el pan que termina en M.Ponche hay de fresa, de coco y de café, pero ninguno tan calidoso como el amarillo. Amarillo porque de huevo casi solo tiene el nombre. Lo lleva en la receta pero no se le siente. Es, haga de cuenta, saborear un lejanísimo recuerdo a Frescavena de vainilla, que viajando muy al fondo del granizado, poco a poco se va deshaciendo entre el hielo para llenar el paladar de un gusto a golosina que no es comparable con ninguna. Tratar de entenderlo leyéndolo, sin embargo, es tan inútil como tomar un curso de besos por correspondencia.Escuchándome hablar de él, mi querida vecina Paola Guevara, que todavía no lo prueba, cree que con el ponche amarillo puede suceder algo parecido a lo que pasa con el chontaduro, que en tantos casos se convierte en un gusto adquirido a través de la conexión emocional que permite. Y tiene razón. Aunque es realmente rico, en el caso particular es más que rico porque sabe a la ciudad sin preocupaciones que conocí cuando lo probé: en la esquina de la Calle Quinta con 39, junto a una tienda de discos, había una sucursal de La Fina; era un local muy pequeño, tal vez con una barra en Ele y butacas clavadas al piso. Un ponche amarillo allí fue muchas veces el sabor que me llevé en el camino después de haber visto cine al frente, en el teatro Imbanaco. Bajando hacia la Roosevelt, a una cuadra, Búho de Humo, la pizzería que hacía de esa esquina el paradero de buses mejor perfumado de Cali. Luego la clínica. Y pasando la calle, donde hoy existe un parqueadero, un potrero hermoso, apenas defendido por un destemplado alambre de púas que no representaba obstáculo para ningún niño: en agosto, desde ese pastizal se elevaban cometas y cuando el viento se iba a veces venía un circo y tendía su carpa por unos días. Después el parqueadero del Ley, por esos lados la mejor escuela de conducción para ciclistas primerizos. Más allá el restaurante de los chinos, en la esquina una heladería y a la vuelta uno de los estancos mejor bautizados de la historia: El Borrachito. En el tiempo en que las cosas se llamaban por su nombre, por allí quedaba mi casa y hasta allá me duraba el sabor. El del ponche no es un sabor fugaz, no es como tomarse una Sprite.Lo sirven en un vaso de vidrio con agarradera y se puede beber con pitillo o a sorbos muy cortos al principio, y largos y larguísimos cuando el granizado va cediendo. Si se le pregunta a las señoras de La Fina de la Sexta o la Novena, dirán que no saben de qué está hecho, que se los llevan así congelado, me han contado mientras sacan terrones de ponche amarillo de una lata que echa humo frío afuera de la nevera, antes de poner a licuar el secreto en leche. Es una delicia preguntarles y que digan siempre lo mismo, como guardianas de la fórmula. Y si fue coincidencia, me gusta pensar que la vida puede ser justa en alguna proporción y que un sabor de esta ciudad jamás será franquiciable.Aprender a tomar ponche es como aprender a besar y cada vez se va haciendo mejor con la práctica. Se recomienda (el ponche) con pandebono o torrejas de naranja. Besos como estos, recuerde, solo son posibles en Cali. #DeCaliSeHablaBien