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Impuestos y descomposición económica

La Constitución no tiene vacaciones, el afán del gobierno de hacer trampa es evidente y monumental el daño a la economía y a la transparencia en las elecciones.

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Rafael Nieto Loaiza
Rafael Nieto Loaiza. El País. | Foto: El País.

28 de dic de 2025, 12:27 a. m.

Actualizado el 28 de dic de 2025, 12:27 a. m.

La descomposición económica del país, reflejada en niveles históricos de deuda y déficit fiscal, está enmascarada por la revaluación del peso que, por cierto, no se debe en nada a la gestión del gobierno, excepto en lo malo. El peso está más fuerte por el debilitamiento del dólar y su erosión como moneda refugio, pero también por el aumento sustantivo de las remesas y tres bonanzas simultáneas, la del café, el oro y la cocaína. Este año, las remesas estarán por los USD 13.000 millones. El café combina los mejores precios en cincuenta años y la producción más alta desde 1992. El oro superó los USD 4.500 la onza. La extraordinaria producción de cocaína, en cambio, se debe a Petro y sus políticas. Para 2024, se produjeron alrededor de tres mil toneladas.

La coyuntura de más dólares y más baratos y precios menores de los productos importados ha permitido un mayor consumo de los hogares que, en lo sustantivo, explica el crecimiento de la economía para 2025 después de dos años de anemia.

Pero detrás de la coyuntura la situación es insostenible. Aunque los presupuestos con que ha contado son los más altos de la historia, y saltaron de $350,4 billones en 2022 a $546,9 billones el próximo año, un 56 % más, nada le alcanza a Petro. Para rematar, la tributaria de su primer año espantó a muchos. Según cifras de la Dian, el 28 % de los más ricos se fueron del país para no pagar las excesivas tarifas de esa reforma. Además, contrario a lo que predicaban, la reforma tributaria exacerbó la desigualdad: la participación en el recaudo de impuestos al patrimonio de los más ricos cayó cerca de un 10 % y el recaudo total está disminuyendo.

Si los impuestos excesivos espantan los capitales, tasas de tributación moderadas atraen inversionistas, aumentan el crecimiento y contribuyen decisivamente a disminuir la pobreza. Dos ejemplos son Irlanda, donde el impuesto de sociedades se sitúa en el 12,5 % y es del 6,25 % para las empresas dedicadas a la investigación y el desarrollo, y Estonia, donde las pequeñas empresas no pagan impuestos sobre los ingresos anuales y los beneficios reinvertidos.

La tasa de renta de Colombia es la cuarta más alta del mundo y la más alta de América Latina y de la Ocde. Impuestos que invitan a cambiar de residencia fiscal a los que pueden y a evadir a los que se quedan, que empobrecen y que, además, no mejoran la desigualdad, que esquilman a quienes tributan que, en todo caso, son pocos, y que, de aplicarse como pretende Petro, en 20 años se comerían todo el patrimonio de los declarantes. Un atraco legal, literalmente.

La emergencia económica pretende meter por la puerta de atrás la tributaria que el Congreso no aprobó. La Constitucional debería haberla suspendido. La Constitución no tiene vacaciones, el afán del gobierno de hacer trampa es evidente y monumental el daño a la economía y a la transparencia en las elecciones.

Feliz año para todos los lectores y sus familias. Y que el 2026 nos permita un nuevo gobierno y la posibilidad de reconstruir el país.

Abogado socioeconomista, especializado en derecho constitucional e internacional y derechos humanos. Fue viceministro de Justicia.

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