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Transporte masivo

La programación no responde a necesidades ni se cumple en forma precisa, como debería ser para atraer a la población y reducir el uso de otros medios de transporte, con grandes beneficios.

19 de octubre de 2021 Por: Gustavo Moreno Montalvo

El precario sistema de transporte masivo de Cali sufrió colapso por quienes adujeron en abril y mayo que la manifestación de inconformidad con la situación económica y social legitimaba toda clase de conductas.
Por supuesto, castigar con reducción de su tiempo libre a quienes no tienen otra alternativa para movilizarse no es legítimo, y la destrucción arbitraria es delito, así el débil Estado en Colombia no sancione conductas indebidas con penas efectivas. La situación que se enfrenta en transporte público de pasajeros obliga a actuar a autoridades, profesionales, empresarios, academia y ciudadanía en general.

El sistema de Cali fue el primero planeado con alcance pleno para una ciudad en Colombia, pero la ejecución, programada para tres años, tomó diez. Además no se acogió la mejor solución según las evaluaciones socioeconómicas: en vez de aprovechar el corredor férreo para hacer un tren ligero, que se cruzaría de manera perpendicular con una línea proveniente de Aguablanca, se optó por la solución recomendada por las empresas ensambladoras de buses, con líneas para articulados de plataforma alta como eje y dos instancias complementarias interrelacionadas, una de vecindario y otra alimentadora, similar a la que comenzó a desarrollar Enrique Peñalosa en Bogotá. El presidente Andrés Pastrana acogió el argumento de que se reducía el compromiso financiero del Gobierno Nacional, lo cual no resultó cierto, pues el costo de la construcción excedió el doble de lo presupuestado.

El número de usuarios por día antes de la pandemia nunca llegó al medio millón, cuando el pronóstico de los estudios previos a la ejecución apuntaba al millón. Solo quien no tiene alternativa lo usa. Metrocali, empresa municipal a cargo del servicio, se orientó a proveer infraestructura y no cultivó el propósito de atender las expectativas de los usuarios potenciales con el objetivo de reducirles el tiempo invertido en transportarse.

La programación no responde a necesidades ni se cumple en forma precisa, como debería ser para atraer a la población y reducir el uso de otros medios de transporte, con grandes beneficios. Además la administración no conoce la información detallada sobre dónde se suben y se bajan los usuarios: el contrato sobre información integrada única de recaudos no previó su provisión, esencial para actualizar estimaciones de requerimientos. Cabe recordar que la programación adecuada y la ejecución cumplida de lo programado con base en entradas y salidas del sistema sirven para ajustar las necesidades, y hacen que más personas consideren el sistema su mejor alternativa. El acierto, a su vez, desembocará en más usos: liberar tiempo motivará a los habitantes a ejecutar más actividades que involucren transporte.

La comunidad debe buscar caminos diferentes, más audaces, y pedir en primer lugar mejor institucionalidad, con autoridad única de transporte y junta estable en Metrocali, que nombre y evalúe al gerente; en segundo lugar debe exigir al Gobierno Nacional los recursos necesarios para las dos líneas de tren ligero contempladas en el diseño original, y asegurarse de que el tren de cercanías sea parte del sistema; finalmente, debe haber obsesión por la calidad en la gestión, para lo cual es necesario revisar todos los contratos de prestación de servicios para que los objetivos de todos los participantes se orienten hacia beneficio de los todos los habitantes.
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