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Sexo y sociedad

La naturaleza dotó a los animales superiores de mecanismos para motivar la...

17 de mayo de 2013 Por: Gustavo Moreno Montalvo

La naturaleza dotó a los animales superiores de mecanismos para motivar la prolongación de la respectiva especie. A los humanos les regaló además cerebros con lenguaje y elementos inconscientes que gobiernan la conducta. Con esa ventaja hemos construido sociedades y culturas, abierto posibilidades de promover la cooperación y solidaridad, y puesto en peligro la supervivencia de todas las formas de vida en el planeta. Somos diferentes de las demás especies, para bien y para mal, y nuestra sexualidad también. Por ello es razonable permitir la solemnidad institucional del matrimonio a quienes prefieren relaciones corporales con personas del mismo sexo. El matrimonio homosexual no solo sirve para producir efectos patrimoniales; la Constitución de Colombia, como muchas otras, permitiría interpretar que la convivencia sostenida los produce. Lo importante del asunto es la expresión pública de los sentimientos. Ella es necesaria para el libre desarrollo de la personalidad. En contraste, la procreación como propósito central de la institución marital hoy está en entredicho por el crecimiento de la población, que se ha cuadruplicado en cien años.Incentivar la reproducción hoy no es necesario, y puede ser contraproducente para el propósito de lograr soluciones sostenibles. Preocupa más bien que quienes traen bebés al mundo no estén en capacidad de facilitarles los elementos necesarios para lograr el pleno desarrollo. El Estado debe hacer esfuerzos para facilitar la igualdad de oportunidades, pero no puede asumir cargas insostenibles.Así las cosas, la promoción de medios para el cultivo de afectos y la atención a los apetitos corporales tiene creciente vigencia en la estructura social. Así las cosas, la monogamia se fundamenta hoy más en razones de higiene que en argumentos de moralidad. La construcción de espacio compartido como objetivo de la relación de pareja también pierde importancia, pues las nuevas circunstancias del mundo pueden volver las relaciones sin convivencia la mejor solución en muchos casos. El esquema en el cual las tareas se repartían entre los sexos, de manera que el varón proveía el dinero necesario para el sustento del grupo familiar, en tanto que la mujer se quedaba en la casa y se comprometía a la crianza cuando llegaban los hijos, debe ceder al principio de equidad. ¿A dónde llegará la humanidad? Hasta ahora los varones, en general, han gobernado el mundo, y no han logrado soluciones felices. Se presume que ellos son más racionales que las mujeres, pero la realidad desvirtúa esa presunción. Los sistemas sociales hoy vigentes suelen inhibir la maduración de los hombres más allá de la adolescencia. Los retos de sostenibilidad económica, ambiental y social son inmensos, y exigen soluciones creativas, que pasan en todo caso por la revisión de la relación entre los sexos. Poco a poco se hace evidente la necesidad de mirar de forma diferente las relaciones entre sexo y sociedad. ¿Llegaremos a esquemas mejores antes de acabar con todo?