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Desde 1988 decidimos insertarnos en el mundo. Se adujo que nuestro modelo...

3 de septiembre de 2012 Por: Gustavo Moreno Montalvo

Desde 1988 decidimos insertarnos en el mundo. Se adujo que nuestro modelo de desarrollo, con excesivas protecciones a la producción nacional, estaba agotado. Era preciso buscar una mayor especialización. El gobierno de Gaviria redujo en 1990 los impuestos a la importación. Desde 1992, con las nuevas obligaciones derivadas de la Constitución del 91 se repitieron gastos en el orden nacional y local, y se deterioró más la calidad del gasto público. El país inició su proceso de construcción de acuerdos de libre comercio con la negociación simultánea con México y Venezuela, que adelantó el actual Presidente como Ministro de Comercio Exterior, y que los mexicanos han aprovechado con inteligencia. Los gobiernos que siguieron mantuvieron la mala calidad del gasto, alimentada por la corrupción, a su vez impulsada por la falta de partidos políticos y la dificultad para la financiación de las campañas políticas. Uribe decidió que el estímulo a la inversión extranjera directa era una de las prioridades, sin importar el impactode cada inversión en el resto de la economía y la sociedad, e implantó como estrategia la exportación de productos primarios sin austeridad y, por ende, con revaluación; además suscribió un tratado de libre comercio con EE.UU. poco persuasivo desde la perspectiva de Colombia, que el Congreso de ese país estudió y refrendó un lustro después, arrastrado por la aprobación del que habían celebrado con Corea, y que sí causaba preocupación, por el impacto negativo potencial en su industria automotriz. El gobierno de Santos está desatado celebrando acuerdos bilaterales, sin importar las consecuencias. Se está condenando al país a ser un exportador mediocre de productos básicos, sin valor agregado. Mientras tanto Colombia exhibe rezagos en educación y construcción de conocimiento, la Justicia languidece, el costo de la energía es elevadísimo en un país exportador de energéticos, la infraestructura vial y portuaria es insuficiente, y la guerra de la coca subsiste, con costos ocultos inmensos, pues distrae la atención de los cambios necesarios. Aún es hora de enderezar los pasos. Es tiempo de revisar el esquema de gestión. Se puede hacer una evaluación rigurosa y rápida de la gestión pública y tomar los correctivos necesarios. Es preciso preparar la institucionalidad pública para que no frene el desarrollo nacional y local en un mundo cada vez más interdependiente. El país no está listo para navegar en los océanos de las naciones grandes. No es culpa de quienes nos gobiernan hoy, pues el problema viene desde la independencia, hace dos siglos. Santos podría pasar a la historia si enfrentara el reto de la inserción en su plena dimensión. ¿Estará abierto a revisar sus esquemas?