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Emcali: empresa enferma

Si no se toman las medidas radicales necesarias para enderezar a Emcali, ella se acabará, y vendrán el llanto y crujir de dientes, con suspensiones de servicio permanentes por múltiples razones. ¿Es ese desenlace lo que desea nuestra comunidad?

21 de julio de 2019 Por: Vicky Perea García

Emcali tiene dos negocios que deben ser rentables por definición: la distribución de energía y de agua a usuarios regulados. La competencia contra los monopolios naturales de servicios públicos domiciliarios es muy limitada.

Sin embargo, Emcali no genera suficiente efectivo para compensar el atraso en inversión necesaria para lograr el resultado deseado en estos negocios, ni tiene perspectivas positivas en telecomunicaciones porque una gerente interventora desechó la posibilidad de adquirir una red muy importante de televisión por cable en el segundo gobierno de Álvaro Uribe que habría permitido transformar el negocio, y porque la participación en el negocio del cable submarino no se estructuró en forma apropiada para que la empresa pudiera proveer en forma rentable servicios de internet a las empresas sin pasar por los tradicionales monstruos, Google, Microsoft y afines.

Tampoco se ha hecho nada para aislar al resto de la empresa de los impactos negativos de la indeterminación del negocio de telecomunicaciones, en vía de defunción. Todo ello es reflejo de deficiencias en el ordenamiento institucional: la junta directiva debe formarse con personas conocedoras y tener cierta estabilidad; es ella quien debe nombrar y evaluar al gerente.

Las directivas sindicales no deben ser parte de la dirección de la empresa: deben preservar su independencia, pero no pueden dirigir a Emcali, amenazada de muerte por el desorden, la falta de sentido empresarial, la ambigüedad en materia de autoridad, y la ineficiencia en general.

Se han hecho múltiples esfuerzos desde la devolución de la empresa en pésimas condiciones, tras trece años de intervención, sin que la Administración Municipal interpusiera los recursos pertinentes contra la Nación por el detrimento patrimonial: las pérdidas en agua y energía alcanzaron niveles inaceptables, la falta de inversión hizo efecto, la productividad del personal se deterioró, y la cultura organizacional construida en los 60, modelo en el país en su momento y en proceso de erosión desde los 70, cuando Emcali se politizó, se agotó.

El pueblo de Cali merece tener buenos servicios, a precio razonable, y con participación en los beneficios para el Municipio, que podrían exceder el medio billón todos los años. Solo se requiere una administración acorde con la naturaleza del negocio, eficiente y comprometida, con una organización apropiada para la gestión de los procesos propios del negocio.

Es posible que se requiera inversión de terceros para financiar las transformaciones de todo orden necesarias para el logro de los resultados esperados. No se puede cambiar de gerente como cambiar de atuendo: la organización necesita liderazgo estable, a partir de una junta directiva de buen nivel y con las facultades propias de ese órgano.
No se debe esperar milagros de Sintraemcali, organización anticuada y más orientada a defender prebendas que a proteger la estabilidad de la empresa.

Si no se toman las medidas radicales necesarias para enderezar a Emcali, ella se acabará, y vendrán el llanto y crujir de dientes, con suspensiones de servicio permanentes por múltiples razones. ¿Es ese desenlace lo que desea nuestra comunidad?

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