El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

El otro sueño de Santos

El presidente Santos tiene dos sueños. Con ellos aspira al reconocimiento de generaciones futuras: lograr la paz con las Farc, en entredicho si los beneficios de los acuerdos de La Habana no se materializan por la ineptitud del Estado, y vincularnos a la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, Ocde.

16 de abril de 2017 Por: Gustavo Moreno Montalvo

El presidente Santos tiene dos sueños. Con ellos aspira al reconocimiento de generaciones futuras: lograr la paz con las Farc, en entredicho si los beneficios de los acuerdos de La Habana no se materializan por la ineptitud del Estado, y vincularnos a la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, Ocde, entidad creada en la posguerra para atender la gestión del Plan Marshall, mediante el cual se reconstruyó Europa Occidental con recursos aportados por Estados Unidos.

El objetivo de la Ocde es impulsar la democracia y la economía de mercado. Para ello promueve la aplicación de buenas prácticas en la gestión pública mediante la presión de pares; los miembros que no se sujetan a ellas son censurados por los demás. Casi todos sus treinta y cinco miembros son países desarrollados. Entre los pocos que no recibirían la calificación se cuentan México, Chile, Bulgaria y Rumania. Entre sus tareas se destacan los esfuerzos para promover la buena conducta del capital internacional y el rechazo a la corrupción, el establecimiento de las pruebas Pisa, en las cuales Colombia quedó de 59 en la última versión y de 62 en la anterior, y la lucha contra los paraísos fiscales.

El Estado colombiano requiere cambios profundos. No se debe asumir más compromisos hoy, en época de crecimiento bajo y dependencia del precio del petróleo. Lo lógico sería, antes de obligarnos en foros internacionales, que nuestra sociedad se ordenara, nuestra economía se volviera sostenible como reflejo de incrementos grandes en productividad, la tercera más baja de Latinoamérica y el Caribe (medida como valor agregado por hora trabajada), y nuestro sistema educativo se convirtiera en prioridad. Convendría seguir el ejemplo de Rafael Correa, quien planteó a los maestros en Ecuador el reto de evaluación para permanecer en el cargo con mejor salario o salir del magisterio si no se pasaba el examen, obtuvo el respaldo popular para enfrentar un paro nacional de docentes, logró ejecutar la evaluación y retiró a una proporción importante de ellos.

Si el país se mirara al espejo con seriedad no necesitaría las recetas de otros. Además todos los países tienen que revisarse, porque sus instituciones públicas no están diseñadas para el mundo globalizado. Por lo pronto, enfrentamos el reto de ocupar los espacios que dejan las Farc en la periferia de la patria, abortar la catástrofe ambiental causada por la minería ilegal, enderezar y modernizar la justicia, y mejorar los procesos para formar el legislador. Ninguna de las tareas enunciadas requiere supervisión de la Ocde. El esfuerzo será menor si se miran como oportunidades. ¿Cuándo empezaremos?