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Alguien tiene que ponerse los pantalones frente a Venezuela. No se trata...

19 de octubre de 2014 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Alguien tiene que ponerse los pantalones frente a Venezuela. No se trata de intervenir en asuntos internos del socialismo de icopor del Siglo XXI, sino de que le recordemos a Maduro los peligros de recurrir a que la vieja estrategia de graduar a los colombianos como cabeza de turco.Todo tirano, como lo fue Chávez y lo es el dummy de mediocre factura que ocupa su puesto, recurre en momentos de impopularidad a chivos expiatorios. En las cruzadas, cuando en batalla los cristianos cortaban la cabeza de un turco, procedían a ensartarla en una lanza y hacerla visible para la tropa. Los soldados desfilaban frente a la cabeza lanzándole todo tipo de improperios y culpándola de desgracias y delitos.Lo hizo Stalin con Nikolái Yezhov, desalmado sicario que, como Comisario del Pueblo de Interior, convirtió en sangre las listas que su jefe le pasaba regularmente durante los años treinta. Stalin terminó señalándolo como responsable de esas muertes (y de espionaje, traición y sodomía) y fue juzgado, fusilado e incinerado. Ni para qué mencionar a Marinus van de Lubbe, el comunista holandés a quien los nazis achacaron el incendio del Reichstag en esa misma década.Con independencia de los afectos o malquerencias que se tengan por Álvaro Uribe, o la desgastante pugna que sostiene a diario con Santos, las acusaciones ramplonas sobre su responsabilidad en el asesinato del diputado Robert Serra merecen respuesta. Aunque a Santos una defensa de Uribe le produzca erisipela, callar hoy y no pronunciarse sobre una acusación endeble y malintencionada, en últimas, terminará causando un daño a todos los colombianos, a los de aquí y a los que sufren el suplicio de vivir en la Venezuela poschavista. Si en Palacio los señalamientos producen un “fresquito”, se comete un error mayúsculo: todo avivamiento de sentimientos de anticolombianismo (como los que también el gobierno cultiva en Panamá) no nos depara nada bueno. Y, hablando de Palacio, un exinquilino de tan apetecido inmueble ha puesto la cereza del pastel. Ernesto Samper, no contento con inaugurar su gestión en Unasur declarando que “Venezuela se encuentra en buenas manos con Maduro”, trina que el “asesinato del joven diputado Robert Serra en Venezuela es una preocupante señal de infiltración del paramilitarismo colombiano”. O Samper se sobreactúa en la tarea de congraciarse con el elenco de presidentes empeñados en no soltar el poder en el vecindario o está dejando el celular al alcance de los niños. Los mismos que, a sus espaldas, debieron trinar hace unos días eso de que “Suramérica es un oasis de paz y democracia”. O esta otra perla: “Venezuela representa a los países de Unasur ante la ONU y sabrá interpretar la posición de la región en temas sensibles de seguridad”. Que uno de los países más inseguros del mundo, como decía un tuitero, haga parte del Consejo de Seguridad, es una divertida ironía. Los únicos que en Venezuela experimentan seguridad son ‘Timochenko’ y los demás cabecillas de la guerrilla.Proteger el proceso de paz no puede traducirse en hacernos los de la vista gorda frente a sindicaciones que generan odio hacia los colombianos o en no decir ni pío cuando la Guardia Nacional Bolivariana trata como delincuentes a quienes cruzan la frontera con mercados de treinta mil pesos. Hagamos la paz y, si no es mucho pedir, que Maduro nos deje vivir en paz.Ultimátum: Habría que preguntarle al presidente de Fedegán cuántas reses puede uno amarrar con la lengua de María Fernanda Cabal.