El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Mucho gusto, Gustavo Gómez

Estoy acostumbrado a ser el último. Conduzco el último programa informativo de...

12 de enero de 2014 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Estoy acostumbrado a ser el último. Conduzco el último programa informativo de la mañana en Caracol Radio, me encomendó Samper Ospina la última página en la revista SoHo y es mío el último minuto de Los Informantes. Ahora firmó esta columna del último día de la semana. La acepto con la firme resignación de que los últimos no seremos los primeros sino simplemente eso: los últimos. Mateo no se equivocaba; es solo que el periodismo no es el reino de los cielos, donde los que tienen una perspectiva cristiana ubican a quien fuera admirable administrador de este apartado editorial: Antonio José Caballero. Caballero deja un espacio que apenas puedo llenar. Incluso estuve tentado, tras el ofrecimiento del periódico, a conservar el nombre genérico de su columna, Caballerías, pero terminé convencido de que algunos malquerientes verían en este gesto de respeto un acto de soberbia imperdonable. Por eso la columna que arranca hoy se llama Opinaduría, en abierta alusión a un país que se mueve en medio de contralorías, fiscalías, defensorías, personerías y todas esas ‘ías’ que suelen funcionar solo en la tinta de la ley. Comienzo presentándome. Me llamo Gustavo Gómez Córdoba y, aunque perdí el acento hace décadas, soy antioqueño de Medellín. Vivo desde niño en Bogotá, que me ha recibido con cariño, me ha dado una buena esposa, dos hijos y muchas cartas de la administración de impuestos indicándome que debo pagar lo ya pagado. Al grano: creo que la materia del cosmos, las nebulosas rebosantes de gas y los cúmulos de estrellas son la verdadera naturaleza. Y que el dinero que invertimos en hacernos daño aquí, debería usarse en explorar el vecindario galáctico. Sagan, Kirk, Asimov, Bradbury, Shepard, Galilei, Picard, Armstrong, Clarke y McCoy son apellidos que me sientan de maravilla. Sigue mi credo…Creo en Ligeia, mi violista favorita. No creo en las llamadas de call center que comienzan con un vacío “¿cómo se encuentra en el día de hoy?”. Creo en los derechos de la comunidad LGBTI. No creo en los políticos. Creo en la música de los Beatles. No creo en el tarot. Creo en los astrónomos. No creo en los astrólogos. Creo en mi familia. No creo en los predicadores ágiles con la registradora. Creo en el poder de los libros y de las películas. No creo en la democracia venezolana de icopor. Creo en Paul Johnson. No creo en Paulo Coelho. Creo en Roddenberry y Serling. No creo en el Infierno. Creo en la voz de Nino Bravo. No creo en quienes transforman al mundo asesinando, robando, secuestrando y paseando en catamarán. Creo en los curas nobles, dedicados a las obras sociales. No creo en la cacareada prosperidad. Creo en Cabrera Infante. No creo en los fanáticos. Creo, para redondear ideas, que no existe el periodismo objetivo y que los periodistas tomamos posición en todo lo que hacemos. Me la juego toda, eso sí, en la defensa del equilibrio y en no subordinar el oficio a las chequeras. Haré esta columna por seis meses. Pero me iré antes si la directora nutre demasiado sus canas con mis líneas. Veremos qué pasa primero.Ultimátum: No es genuina la idea de usar la primera columna para presentaciones. Me antojé viendo que lo hizo Leila Guerriero (a su vez inspirada en Julio Camba) al comenzar la suya en El País de Madrid. La admiro, pero tengo un gusto enorme que no disfruta ella: escribo en El País de mi país.