El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Incredulidad

Seguro, pero seguro, que si uno habla de la incredulidad de Tomás alguien mencionará a Jerónimo y diseñará un meme ofensivo para redes sociales.

19 de enero de 2020 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Seguro, pero seguro, que si uno habla de la incredulidad de Tomás alguien mencionará a Jerónimo y diseñará un meme ofensivo para redes sociales. Hay que ponerle fe a quienes, en cambio, evocarán el pasaje bíblico.

Juan narra el episodio en su evangelio: los discípulos vieron a Jesús resucitado, pero Tomás no estaba ese día con ellos. Emocionados, le contaron, pero él no parecía convencido. Si viviera en la Colombia de hoy, alguien habría dicho que Tomás era un ‘rabón’, porque a sus amigos les confesó que, si él no veía a Jesús con heridas de clavos en las manos y si no metía su dedo en el costado donde un soldado romano le había clavado la lanza durante la crucifixión, no iba a creer en el encuentro.

Una semana después, estando los discípulos reunidos, se les apareció Jesús y le dijo a Tomás: “aquí están mis manos, acerca tu dedo; trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” y Jesús le contestó: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. Como todos somos un poco Tomás, permítanme aprovechar la columna de hoy para ejercer el sagrado derecho a la duda:

Playas para todos. Ha dicho la Corte Constitucional que las playas son de los colombianos y no hay lógica en que bienes destinados al uso público puedan ser asiento de la propiedad particular. El fundamentalismo constitucional es de enorme candidez. Playas con modelos de servicio en el que los privados tuvieran el derecho a operación, se traducirían en vigilancia, reglas, salvavidas y aseo. El Estado saca pecho diciendo que las playas son de todos. Y lo que es de todos es de nadie. Nadie cuida las playas del país. Son un desierto con olas.

Tumaco bajo control. Llevar al embajador de los Estados Unidos a Tumaco para mostrarle cómo se ejerce soberanía es como creer que pavimentar un par de calles en Santa Teresita es tener a Cali con diez sobre diez en malla vial.

Arranca el metro bogotano. Aún con los voladores echados por Enrique Peñalosa antes de irse, y los compromisos que adquiere la alcaldesa Claudia López, hoy no hay metro en una capital de casi diez millones de resignados parroquianos. De haber depuesto el nacionalismo de Icopor, según el cual a los extranjeros hay que darles un portazo en las narices, hace décadas un consorcio foráneo habría construido y estaría operando el metro. Pero son mejores cincuenta años de no tener metro a veinte de efectiva concesión con precios de pasajes controlados y reversión al finalizar el acuerdo. Primero nuestro patrioterismo barato que las caras necesidades de los colombianos.

Colombia conquista el espacio. Gracias a las poderosas energías de la Vicepresidenta, los ministros aprobaron un robusto documento del Consejo Nacional de Política Económica y Social orientado a que tengamos líneas de desarrollo empresarial en el sector espacial. Un pequeño paso para el Conpes; un gran paso para los colombianos. Nos lanzamos a la conquista del cosmos cuando no hemos podido ni regular Uber. Se consolida la presencia nacional en el espacio, mientras más de la mitad del país es espacio donde manda la ilegalidad y el Estado es un rey de burlas.

Cero ‘chuzadas’. Bajo las narices del gobierno florecen las interceptaciones ilegales que el ministro Carlos Holmes Trujillo solo ha visto en las películas. No hay peor ciego… ¡que el que no quiere oír!

***

Ultimátum. Primero declaramos al taushiro idioma oficial de Colombia que terminar el Túnel de la Línea.

Sigue en Twitter @gusgomez1701