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En sus proporciones

La Universidad Externado de Colombia invitó al jefe de las Farc, Andrés París, a un foro sobre reconciliación.

6 de octubre de 2017 Por: Gustavo Duncan

La Universidad Externado de Colombia invitó al jefe de las Farc, Andrés París, a un foro sobre reconciliación. En sí que ya se inviten a personajes como París a eventos propios del debate libre y pacífico de la sociedad es positivo. Aunque sería mejor que primero respondieran ante la justicia, cumplieran su pena y repararan a las víctimas, el país debe asumir que la participación de las Farc en la política legal es una realidad.

Lo inconveniente es otra cosa que está muy relacionada con los motivos del foro, la reconciliación, y el discurso de París, que es al final de cuentas el discurso de las Farc y del grueso de la izquierda radical. Poco ayuda a la reconciliación que los foros sobre el asunto tengan un doble discurso en que, por un lado, se invita a las víctimas a perdonar, a pasar la hoja como mejor terapia de sanación y a encontrar un arrepentimiento genuino en los guerrilleros desmovilizados y, por el otro lado, a reclamar la más mínima responsabilidad que les quepa a los miembros de la sociedad por los crímenes del paramilitarismo.

En particular, se quiere imponer un discurso en que los paramilitares fueron simplemente una marioneta de terceros, fueran empresarios, políticos o militares. El objetivo es responsabilizar a actores sociales muy concretos pertenecientes al Estado y a las élites. Se omiten aspectos tan básicos del fenómeno como que el control del paramilitarismo fue más fuerte en los lugares donde menos presencia del Estado había y que la mayoría de sus jefes no pertenecían a las élites ni tenían contactos con ellas. De hecho, el paramilitarismo fue per se una oportunidad para muchos excluidos de acceder al Estado y a los mercados.

Reconocer estas facetas poco intuitivas del paramilitarismo es indeseable para la izquierda porque desvirtúa la culpa que quieren hacer caer sobre sus contradictores políticos. Pero si lo hacen será imposible la reconciliación por pura sustracción de materia. Un sector mayoritario de la población puede tolerar que le otorguen impunidad a la dirigencia de las Farc, quienes fueron sus verdugos, pero no están dispuestos a aceptar que se estiren los conceptos de responsabilidad y los hechos de la historia para ponerlos al mismo nivel de sus victimarios.

La calificación que hizo París en el foro del Externado sobre Uribe de “asesino, narcotraficante y corrupto”, dice mucho de todo lo anterior. Aún suponiendo que muchas de las acusaciones que hay contra Uribe sean ciertas -como podrían ser el caso de los 12 apóstoles, su paso por la Aerocivil y los lotes de sus hijos-, no es comparable a la magnitud de los asesinatos, del narcotráfico y del robo cometidos por las Farc, -300 masacres mal contadas, miles de toneladas de coca vendidas a los narcos y cualquier cantidad de dinero y propiedades despojadas por la fuerza. Si París, al igual que Iván Cepeda y otros radicales, desea enviar a Uribe a un tribunal internacional antes debería tener un mínimo sentido de las proporciones.

Ojalá los activistas de la paz tuvieran en consideración este detalle tan simple: no es posible exculpar delitos tan graves y al mismo tener que forzar y generalizar vínculos con el paramilitarismo para que empresarios, políticos y militares queden al mismo nivel de victimarios que los jefes de las Farc. Y no es un problema de sesgos ideológicos sino simplemente de aplicación imparcial de justicia como principio básico de la reconciliación.

Sigue en Twitter @gusduncan