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El paro y la paz

De nuevo a Santos le tocó recoger su arrogancia. Bastó que dijera...

31 de agosto de 2013 Por: Gustavo Duncan

De nuevo a Santos le tocó recoger su arrogancia. Bastó que dijera que el “tal paro agrario no existía” para que las protestas le estallaran en la cara. Peor aún, ahora ha tenido que llenar de policías antimotines un montón de carreteras y calles abriendo un flanco de ataque para todo tipo de críticos. Los que señalan a este gobierno como opresivo neoliberal así quiera disfrazarse de progresista. Y los que además de recordarle que traicionó a Uribe le recalcan que el precio de la traición es la inseguridad y el caos social.Pero al margen de los problemas de Santos para manejar la política que se negocia por fuera de los salones bogotanos, el actual paro dice mucho sobre cómo van a funcionar las luchas sociales luego de una eventual paz con las Farc. También dice mucho sobre cómo las tensiones en el campo van a decantarse por dos trayectorias: la protesta campesina para obtener condiciones de producción viables y las economías criminales como válvulas de escape para que los pobladores de las áreas remotas se inserten en el mercado.Pocos ponen en duda que las Farc estén detrás de la organización del paro en muchas regiones del país. Es apenas lógico que quieran mostrar al gobierno y a la sociedad que cuentan con una fuerza social. En un sentido práctico es mucho mejor que las Farc estén promoviendo la protesta ‘pacífica’ en vez de hacer la guerra. Una vía taponada, unas pedreas, unos gases lacrimógenos y algunos descalabrados son preferibles a la tomas de pueblos, a los cilindros bombas y al secuestro.Sin embargo, el paro les muestra a las mismas Farc que los movimientos sociales son mucho más efectivos que la lucha insurgente de la guerra fría. Al día de hoy la protesta campesina desbordó aquello que pudieran haber organizado. Tanto así que el paro ya no les pertenece. Los indignados de las ciudades que se solidarizan con la causa y los campesinos y los transportistas que protestan porque están llevando su trabajo a condiciones de ruina económica no están allí por hacerle el juego a la guerrilla. Es simplemente que los motivos de la protesta son justos.Existen en este país razones de sobra para el descontento social que una izquierda moderna puede capitalizar. La gran lección para las Farc es que el viejo dogmatismo leninista no es competencia frente a las posibilidades de los movimientos contestatarios de la globalización. Las imágenes de Marx y del ‘Che’ seducen por lo que simbolizan no por lo que proponen. La gran ganadora es la Marcha Patriótica como heredera de la izquierda radical en la civilidad y como una organización que ya dispone de infraestructura logística para la movilización social.Los que están pasando de agache son los pobladores de la periferia remota que no salieron a marchar. Me refiero a los mineros ilegales y sembradores de coca que sostienen muchas economías regionales de este país. A ellos no les afectan ni el TLC, ni los precios de los insumos, ni las patentes de las semillas. De momento no tienen motivos para sumarse al paro.Pero ellos serán la fuerza social que sostendrá la continuidad en la guerra de numerosos frentes de las Farc que no atenderán el llamado a la desmovilización si se firma algo en La Habana. Sus comandantes también se dieron cuenta que la lucha insurgente de la guerra fría ya caducó y que su problema es como gobernar a coqueros y mineros excluidos de la Colombia moderna.