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Cien años

Hace poco más de cien años Robert Michels publicó ‘Los partidos políticos’. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna.

23 de agosto de 2019 Por: Gustavo Duncan

Hace poco más de cien años Robert Michels publicó ‘Los partidos políticos’. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna. Como el título lo sugiere, el libro es un cuestionamiento al carácter pluralista de los partidos en la democracia. Por el contrario, a medida que crecen, la propia complejidad de la toma de decisiones genera élites minoritarias que concentran el poder y los recursos.

Michels, además, explora el caso particular de los partidos obreros en Alemania y propone que, al final de cuentas, se impone un grupo reducido de líderes que pertenecen a la pequeña burguesía o a obreros que, gracias a la educación y las habilidades adquiridas, se han convertido en pequeños burgueses. El éxito del partido es también el éxito en la proyección de sus liderazgos quienes terminan por convertirse en una oligarquía a su interior. De allí que Michels se hiciera famoso por postular la ley de hierro de la oligarquía.

No demoró mucho la historia en darle la razón. La revolución de octubre en Rusia dio lugar a la formación del primer Estado dirigido por un partido obrero. Las oligarquías que de allí surgieron dejaron una marca impresionante: Lenin, Stalin y luego toda la Nomenklatura que dirigió con mano de hierro una superpotencia y se aprovechó de los privilegios de semejante poder.

El dilema planteado por Michels debería ser tema de discusión obvia para muchas organizaciones políticas que reclaman redistribución de recursos, de poder político, de derechos sociales, etc., y que necesariamente, si tienen éxito y se tornan en estructuras más complejas, van a derivar en la formación de pequeñas élites dirigentes. No es un asunto menor, la élite dirigente va a comenzar a disfrutar de una serie de privilegios económicos y políticos que los distanciará en su situación social de las demandas de los miembros de base del partido y de los sectores sociales que pretenden representar.

No hay que hurgar mucho para verlo. A mediados de la década del 2000 una serie de periodistas, analistas y activistas sociales tuvieron una gran acogida mediática por las denuncias que hicieron de los vínculos entre paramilitares y políticos. Fueron uno de los principales canales de oposición a la aplanadora política que en su momento era el gobierno de Uribe. El éxito les permitió ganar importantes elecciones a cargos públicos nacionales, tener programas de televisión y crear fundaciones influyentes en el debate político.

El motivo político subyacente era una sociedad más incluyente, contraria a la corrupción y a los vínculos con grupos armados irregulares. Pero la ley de hierro de la oligarquía es implacable. Los privilegios en poder y recursos saltan a la vista. Basta asomarse un poco a los estilos de vida que llevan: ¿Cómo son sus lugares de residencia?, ¿dónde cenan?, ¿qué licores toman?, ¿con quién se relacionan sus hijos?

En sí esto es anecdótico. Pero hay situaciones más dicientes como Petro recibiendo fajos de billetes. O recientemente el informe de Pares sobre políticos cuestionados para las próximas elecciones que omite los nombres de candidatos cercanos como Carlos Caicedo y Jorge Iván Ospina, quienes por su metodología deberían aparecer allí. Había una razón muy conveniente para no mencionarlos. El portal la Silla Vacía demostró que Pares había ganado poco más de $1193 millones en convenios con los gobiernos del grupo de Caicedo.

Sigue en Twitter @gusduncan