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En pleno Siglo XXI el Papa es todavía un jefe de Estado y buen número de sus acciones tienen un cariz político.

27 de septiembre de 2020 Por: Gonzalo Gallo

El emperador Constantino subió al trono del imperio romano en el año 306. La fe cristiana era perseguida o rechazada.

En el año 312 decidió reconocer el cristianismo y les dio a los creyentes libertad de culto público.

Se hizo con lo que se llama el Edicto de Milán y eso favoreció la expansión de la fe católica.

Para los historiadores cristianos él se convirtió al catolicismo antes de su muerte, pero de eso no hay pruebas.

Era un político y acuñó monedas en las que por un lado están los dioses romanos y por el otro, símbolos cristianos. Nada raro.

La religión católica se convirtió en oficial, o sea, en poderosa y fue lo peor que le pudo pasar, como hasta hoy se puede comprobar.

En pleno Siglo XXI el Papa es todavía un jefe de Estado y buen número de sus acciones tienen un cariz político.

Se ha hecho y se hace mucho bien, pero la Iglesia tuvo ejércitos y todo el poder de planeta. Hay en ella realidades bien lejanas de la humildad, el amor y la vida de Jesús.

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