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El experimento fue un éxito, Jenner insistió para convencer a los escépticos y a todos nos dejó una herencia invaluable.

18 de mayo de 2022 Por: Gonzalo Gallo

En mis charlas digo a niños y jóvenes que una excelente inversión en sus vidas es leer biografías de personajes valiosos.

Es una afición que adquirí desde pequeño y me ha sido de gran utilidad en mi caminar y mi misión.

Me gusta recordar seres serviciales y atrevidos como Edward Jenner, descubridor de la vacuna contra la viruela.

Era un excelente observador, magnífica cualidad, y así pudo asociar la viruela benigna de las vacas con la agresiva de las personas.

Estudió e investigó por años y, al fin, se atrevió a inyectar la segunda a un niño de ocho años.

El pequeño ya había sido inoculado antes con material tomado de una joven afectada de viruela de vaca.

Imagine usted las críticas y sospechas que un acto tan osado levantó en los eruditos del tiempo y en toda la gente.

El experimento fue un éxito, Jenner insistió para convencer a los escépticos y a todos nos dejó una herencia invaluable.

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