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Semana de pasión

Debo confesar que sólo en 1957 había vivido una semana con tantas...

9 de junio de 2014 Por: Germán Patiño

Debo confesar que sólo en 1957 había vivido una semana con tantas expectativas como esta de del 2014. La razón: comienza la Copa Mundial de Fútbol.Hace 57 años apenas era un ‘garoto’ más que jugaba un partido de fútbol eterno en la playa de Copacabana. Como casi todos los garotos cariocas de entonces hinchaba por el Flamengo Fútbol Club, entonces tricampeón del Brasil, que tenía entre sus filas al ídolo máximo de la juventud brasilera: Dida, el pequeño, delgado y mortal delantero, que era titular indiscutido de la selección Brasil.También estaba Zagallo, nuestro puntero izquierdo, con sus corridas por la banda y sus centros matemáticos que Dida convertía en goles. En los descansos entre partidos hablábamos de los goles que haría Dida en Suecia y cómo Brasil sería, por primera vez, campeón del mundo. Ese par de expectativas nos mantenían febriles y los días se iban en una agitación permanente. Las sambas de carnaval sonaban por todas partes mientras miles de garotos corrían tras un balón por la playa.Algo así vivimos hoy en Cali, sin tantas expectativas y también sin playa. Infortunadamente sin un Dida salido del América comandando el ataque de Colombia, aunque tenemos allí, en la selección, a Adrián Ramos. Pero Brasil ya había llegado a una semifinal en 1954, y Colombia todavía no ha hecho los méritos para avanzar mucho más allá de la fase de grupos. América está en la B y Flamengo era tricampeón de la A. Y Dida titular fijo, mientras Ramos apunta como suplente.Pero no importa, el fervor es similar, porque en el fútbol todo puede suceder. Como sucedió en Suecia en 1958: Dida, el mejor jugador de Brasil se lesionó y debió jugar el partido contra Austria con un pie envuelto en esparadrapo y sin guayo en él, pues la inflamación no lo permitía. Pero Dida era arte e inteligencia en la cancha y con el pie bueno dio los pases certeros para dos de los tres goles de Brasil. Brasil 3 - Austria 0. Zagallo diría que “sin los movimientos y la habilidad de Dida, Brasil no habría hecho los tres goles contra Austria”.Pero la lesión era grave y las cosas se veían mal para la selección. Con Inglaterra a duras penas se pudo empatar 0-0. Entonces sucedió un milagro: Dida, nuestro Falcao de la época, tuvo que ser reemplazado por un jovencito desconocido al que le decían Pelé. Y también apareció otro garoto, que conocíamos en Río porque jugaba en Vasco da Gama, uno de los rivales del Flamengo, el ‘mané’ Garrincha. Lo habíamos sufrido durante varios domingos tristes.Los lectores saben que pasó después. Y no diré que algo así vaya a suceder con Colombia en este Mundial. Pero sí creo que una gesta similar nos la merecemos. Hemos sufrido tanto, y no sólo en el fútbol, que ya sería buena una alineación de los astros para que a nuestra Selección le ocurra un milagro, como pasó con los brasileños en 1958. Es irracional pensar así, pero que le vamos a hacer: el nacionalismo es irracional.Necesitamos alguna razón para bailar de alegría, como sucedió en las playas de Copacabana en 1958. Necesitamos compensar en algo el dolor que nos produce la guerra y las decepciones que nos entrega la política.El fútbol puede ser un bálsamo, pero también una tristeza. Pero siempre es una ilusión.P. D. Dida, que estaba destinado a brillar se sumió en la frustración y ya no volvió a ser el mismo. Una sombra de él jugó en el Junior de Barranquilla.