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Lentes que distorsionan

Hace poco visité el zoológico en compañía de Jonathan Tittler, traductor de...

23 de agosto de 2010 Por: Germán Patiño

Hace poco visité el zoológico en compañía de Jonathan Tittler, traductor de Fogón de negros al inglés.Él, que vino a empaparse de la atmósfera del Valle para aclarar dudas con respecto a algunas expresiones, llegó a Cali por los días encantados del ‘Petronio Álvarez’. Estuvimos en la Plaza de Toros y se quedó fascinado con la pasión expresada por el público de esta fiesta maravillosa. También se contrarió al ver las multitudes que no pudieron entrar al coso de Cañaveralejo.Pero la duda lingüística que más lo atormentaba tenía que ver con los nombres de ciertos animales que figuran con alimentos en las crónicas del valle del Cauca, tanto en la Colonia como durante el Siglo XIX. ¿Cómo traducir al inglés coclí, saíno, tatabro, lancha, guagua, etc.? Por eso era necesario que los viera, así fuera en cautiverio, para que tuviera una mejor idea de qué clase de animales eran.Desde luego, se trató de una visita cruzada por el interés profesional. Así que, al observar una manada de tatabros, yo le indicaba que se trataba de un pequeño cerdo salvaje que tenía comportamiento de venado -anda en manadas y no en la soledad de la familia cercana-, que podían ser peligrosos por el número y que se asaba como cualquier cochino de los traídos por los ibéricos. Lo mismo con el saíno, o con la lancha que es el mismo chigüiro. Frente a la jaula de cada animal, recordaba las diferentes maneras de cocinarlo y llevarlo a la mesa. Aún al llegar donde los ñandúes, ese pariente americano del avestruz, anoté que sus pechugas producían excelentes filetes cuando se cocinaban en “punto azul”. De hecho, creo que en Tuluá hay una granja dedicada a la cría de estas aves gigantes.Pero llegué a mi mayor grado de entusiasmo cuando nos acercamos al encierro de una tortuga de río, la llamada bache. Recordé que hacía las delicias de la gente del Valle, en una famosa sopa que se acompañaba de tostadas de plátano y una copa de aguardiente cerrero. Este anfibio, extinguido ya por el envenenamiento de las aguas en la región, es apenas un recuerdo de la buena mesa vallecaucana.En estas andábamos, de encierro en encierro y de plato de comida en plato de comida, cuando una amiga que nos acompañaba, bella artista llena de inteligencia y sentido del humor, nos interrumpió para decirnos que ir al zoológico con nosotros era como entrar a un supermercado. Un apunte divertido y oportuno, que nos llevó a reírnos de nosotros mismos. Pues era verdad y nos colocaba en una posición desairada.He pensado en aquello y encuentro que la amiga, no sólo tenía razón al respecto, sino que su apunte servía para algo más: los lentes profesionales con los que miramos las cosas pueden distorsionar la realidad o revelarla tan sólo en uno de sus múltiples aspectos. Vale tanto para esta experiencia concreta como para todas las cosas de la vida. Indiferente en nuestro caso, añorando cosas idas de nuestra cocina. Pero grave en otros, como cuando se encarga de la educación a una experta en finanzas. ¿No tenderá a ver al mundo de la educación pública tras el lente del negocio?Creo que sí, y aún no me acomodo al error de nombrar a la señora Campo como ministra de Educación, cuando pasan tantas cosas oscuras en universidades y colegios. Supongo que ella ha entrado al Ministerio como quien entra a un banco, lo que es todo un desastre.