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Facturó, ¿para quién?

La canción de Shakira, que vomitó su venganza por todo el mundo fue aplaudida, vanagloriada, premiada. Pero fue como inyectar veneno colectivo, como contaminar el aire con olores nauseabundos.

28 de noviembre de 2023 Por: Gloria H.

La venganza pareciera que hoy por hoy es algo estimulante, una emoción que desnuda al monstruo interior que guardamos, pero que produce inmensa satisfacción por derrotar al contrincante. Se autoriza, se aplaude y se ‘disfruta’. Ah, claro, se contagia. Shakira la puso de moda y le dio ‘permiso social’. Hay patente de corzo para hacerlo: es justificado vengarse, porque me ofendieron y no puedo ‘dejarme’. Mi dignidad está en juego.

En el Japón existe una empresa denominada ‘Venganzas’ que se especializa en hacer el cobro por los demás. Usted no tiene necesidad de ‘untarse’, solo contempla satisfactoriamente el resultado. Cuántos desearían tener un emprendimiento como el japonés. Sin embargo, la venganza es una de las emociones más primarias y rastreras que solo abre un boquete de ires y venires. Y lo que es más delicado, genera un pendiente que lo pagarán usted o sus descendientes.

La vida es una maestra. Tiene su particular forma de comunicarse, solo que en más de una ocasión no la sabemos escuchar. Por ello siempre es recomendable aprender a hacerlo. Hay señales de la vida, del destino, o de Dios, (como quiera llamarlo) que están allí para ser traducidas. Pero el aturdimiento moderno y el exceso de racionalidad nublan ese lenguaje.

Nacer tiene un propósito que no se agota en objetivos individuales. Somos parte de un todo y hay una responsabilidad colectiva a la que le debemos poner atención. Venimos a esta vida ‘conectados’ y nuestra tarea como humanidad es contribuir a hacer un mundo mejor. Que cuando te vayas del espacio terrenal, puedas tener la satisfacción que hiciste lo posible para que el mundo fuera mejor de cuando naciste.

La canción de Shakira, que vomitó su venganza por todo el mundo fue aplaudida, vanagloriada, premiada. Pero fue como inyectar veneno colectivo, como contaminar el aire con olores nauseabundos. Con el estribillo más repetitivo “con la prensa en la puerta y la deuda en Hacienda, te creíste que me heriste y me volviste más dura, las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, cuántas (en especial mujeres) no se sintieron identificadas.

Ahora, ‘facturamos’, ahora se tiene la opción de vomitar el dolor, la humillación, para ganar dinero, olvidando una verdad clarísima de la Psicología y en especial de la teoría de constelaciones familiares: la infidelidad no es de uno, es de dos. Es la pareja la que vive la infidelidad por acción u omisión. Entonces Shakira cantó creyendo, como tantos otros, que en una relación existe uno bueno y otro malo, facturó, creyéndose víctima inocente, pero le tocó pagar con los dineros de su venganza. Sus facturas tuvieron destinatario ¿quién? El fisco español, el país del hombre que tanto odio le generó. No debió ser fácil.

Porque la vida también cobra y puede aparecer como despiadada, inflexible, aplastante. Como es maestra que enseña, no se queda con pendientes. Hubo una diferencia notable entre la prepotente Shakira de los videos y escenarios, a la ‘humilde’ y achicopalada que se presentó en el Juzgado. Facturó, ganó muchísimo con su venenosa canción, pero tuvo que entregarle al fisco español los réditos de su venganza. Porque los pendientes energéticos no solo se cancelan con dinero, sino ‘presionando’ para un cambio de actitud. El espiral de odio solo nos acerca a las bestias.

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