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De momento es clara la responsabilidad política del Jefe de Estado en la escogencia de Benedetti dado que conocía sus actuaciones y peculiaridades, y en la de cualquier otro colaborador no idóneo y profesional

8 de junio de 2023 Por: Helena Palacios

Hay hechos o intenciones ocultas al interior de los gobiernos que eventualmente salen a la luz pública con el consiguiente efecto según la naturaleza y alcance de ellas, lo cual en todo caso conlleva una falta a la debida transparencia y a la confianza que le fue dispensada por sus electores. Mayor gravedad reviste el asunto si es recurrente, como sucede en el Pacto Histórico desde la campaña presidencial, cuando se filtraron inquietantes manifestaciones y la presencia de algunos personajes de mal pronóstico que habrían de rodear al Presidente.

Se escuchó a ciertos políticos y asesores en reuniones sugerir indebidas posturas, como considerar normal que un candidato diga lo que no piensa si le da votos, y cambiar la opinión una vez ganada la elección, o correr la línea de la ética, difamar a un candidato para hacerlo parecer un depravado; o la designación del político de marras Armando Benedetti, de temperamento y lenguaje soez, en la jefatura de debate, posteriormente embajador ante Venezuela; otras sombras surgieron desde el núcleo familiar, como el ‘pacto de la picota’ y el caso Nicolás Petro.

Un robo de dinero en efectivo a otro alfil del mandatario, la Jefe de Gabinete pasó de un constreñimiento a sus empleadas domésticas para la prueba del polígrafo, a la interceptación ilegal de sus teléfonos -aún en investigación- saliendo a flote conflictos con el ahora exembajador. Este amenazó con revelar entre otros intríngulis, el del origen de quince mil millones de pesos: “Qué tal que uno diga quién puso la plata”. Curioso que el Ministro de Relaciones Exteriores comentara que Benedetti no es fuente creíble porque él mismo se declara drogadicto, pero eso no les importó al momento de confiarle las delicadas gestiones de una Embajada, ni anteriormente en la campaña.

Como en el detrás de escena de una obra teatral, se alcanzan a ver en la trastienda del Gobierno, movimientos y pasiones que han ido tejiendo los actores y su director, hasta el día en que suba el telón y el público juzgue el resultado del montaje. Aunque el Presidente afirme no haber ido en contravía a la ley, ni antes ni ahora, y sentirse tranquilo, serán las autoridades las que digan la última palabra. Hasta tanto ocurra se presume su inocencia y la de los directamente implicados, quienes darán sus explicaciones ante los varios cuestionamientos que hay sobre la mesa. Lo cierto es que son situaciones salidas de la entraña del actual poder presidencial, las causantes de la crisis, así sea que se la excuse con un supuesto golpe blando de la oposición.

De momento es clara la responsabilidad política del Jefe de Estado en la escogencia de Benedetti dado que conocía sus actuaciones y peculiaridades, y en la de cualquier otro colaborador no idóneo y profesional, pues una adecuada administración es un imperativo al cual debe aplicarse un líder, por encima de aspiraciones electorales o compromisos. Por este aspecto, considerado de interés superior de la Nación, y por posiciones cruciales que van contra el sentido común, no extraña la opinión altamente desfavorable sobre la gestión del Presidente, según encuestas, ni la afectación a su gobernabilidad.

Queda sobre los hombros de las instituciones y autoridades competentes esclarecer con eficiencia y prontitud los interrogantes que ameritan investigación, para que el país pueda seguir adelante con la verdad sobre los hechos.

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