El fracaso del MÍO

Los resultados de este conjunto de eventos catastróficos son evidentes. Un sistema cuyo punto de equilibrio se estimaba en 600.000 pasajeros nunca superó los 450.000

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25 de ene de 2022, 11:50 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 04:43 a. m.

Cali es una ciudad poblada de jóvenes y de inmigrantes. Por eso, ni la mitad de sus habitantes saben que hace veinticinco años, antes del MÍO, ella contaba con un sistema de transporte público eficiente y de amplio servicio.

Era este un sistema que lucía un tanto desordenado, particularmente donde confluían muchas líneas, pero prestaba un excelente servicio.
Atendía prácticamente todos los vecindarios, sus usuarios llegaban a sus destinos en una fracción del tiempo que eventualmente les llegó a tomar con el MÍO, y no era costoso. No requería ser subsidiado por la ciudad porque operaba con gran eficiencia y rentabilidad. Y no había trasporte ilegal, pues todos eran atendidos.

Todo esto desapareció con el MÍO. Pésimamente diseñado por aprendices que no conocían la ciudad, sus rutas van desde donde la gente no vive hasta donde la gente no trabaja. Su criterio básico de diseño fue tomar las vías más amplias de la ciudad e invadirlas con carriles exclusivos para unos buses que sirven a un ínfimo porcentaje de la población, y nunca se basó en un análisis serio de las necesidades de transporte de los caleños.

Y como si el extraordinariamente mal diseño fuera poco, la implementación del proyecto estuvo a cargo de las alcaldías de, ni más ni menos, John Maro Rodríguez, Apolinar Salcedo y Jorge Iván Ospina (la del pago de millones de dólares a una firma fantasma por una estación fantasma). De ese coctel no podía esperarse sino lo peor, y lo peor fue lo que se logró.

Los resultados de este conjunto de eventos catastróficos son evidentes. Un sistema cuyo punto de equilibrio se estimaba en 600.000 pasajeros nunca superó los 450.000. Después de la pandemia y, sobre todo, de la destrucción y toma de la ciudad por los bloqueos de abril de 2021, a duras penas ha vuelto a mover 130.000 pasajeros. Y de ese nivel no se recuperará porque la ciudadanía ya ha definido medios alternativos para moverse, desde el transporte pirata, que ya lo triplica en viajes diarios, hasta las 600.000 motos que inundan las calles.

Cali debe enfrentar la realidad del fracaso del MÍO. La ciudad no puede seguir botando miles de millones de pesos para subsidiar una pseudo operación que nunca será viable, en vez de destinarlos a necesidades apremiantes, como el mantenimiento de las vías. Y debe restituirle a la ciudadanía el pleno uso de sus vías, acabando con el cuento de cederles hasta 33% de las mejores vías a 600 buses que pasan por ellas de vez en cuando, mientras que un millón de vehículos deben agolparse en el escaso espacio restante.

Ahora bien, que el MÍO haya fracasado no implica que no se requiera un buen sistema de transporte público para el bienestar de los caleños y la competitividad de la ciudad. Es urgente plantear un sistema de transporte público que responda a sus necesidades apremiantes. No solo para ofrecer una opción de movilidad a quienes no poseen vehículo, sino por sus beneficios sociales en reducción de congestión de tráfico, menor tiempo de transporte, menor contaminación, y menor accidentalidad.

Un proyecto de tal magnitud les concierne a todas las fuerzas interesadas en el bien de la ciudad. Se requiere del interés y colaboración de los gremios, de la Cámara de Comercio y, particularmente, de los transportadores, que son los expertos en el tema, para la concepción y formulación de una propuesta que pueda ser desarrollada en el futuro cercano.

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