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Fernando Posada | Foto: El País

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El diario de la constituyente

El desordenado curso de los factores ha evidenciado que lo que el presidente busca convocar no sería una asamblea, ni tampoco sería constituyente, y por encima de todo no representaría a toda la nación.

27 de mayo de 2024 Por: Fernando Posada

No augura nada bueno que el futuro de nuestra constitución y nuestra institucionalidad democrática dependa por estos días del llamado a una Asamblea Constituyente por parte de un gobierno que no sabe exactamente qué busca con esa iniciativa, ni cómo va a convocarla. Una discusión tan seria y llena de riesgos, que debería ser manejada con el mayor de los rigores, ha terminado convertida en una lluvia de ideas que denota la más absoluta falta de claridad sobre sus formas y sus motivos.

Han pasado más de dos meses desde que el presidente Petro propuso convocar una Asamblea Nacional Constituyente y desde entonces, casi a diario, hemos conocido más ideas sueltas sobre cómo podría llegarse a ese escenario. Como es habitual en este gobierno, el orden en las ideas ha estado lejos de ser la principal virtud en el camino a la constituyente. Al iniciar la discusión, la Presidencia publicó una lista de temas que buscaría promover desde la asamblea, como el acceso a la educación y al agua, la lucha contra la corrupción y los cambios en el sistema político.

Lo increíble del asunto es que muchas de esas propuestas que plantea el gobierno llevan 33 años consagradas como derechos por la Constitución del 91 (y algunas de ellas, incluso, desde la de 1886). Y en el caso de otras ideas de la agenda constituyente publicada por el gobierno, como la transformación del sistema electoral, el escenario natural para tramitarlas sería a través de proyectos de ley. La Constitución del 91 sigue tan vigente como hace 30 años y la tarea a seguir no puede ser cambiarla al antojo de la retórica del mandatario de turno.

El desordenado curso de los factores ha evidenciado que lo que el presidente busca convocar no sería una asamblea, ni tampoco sería constituyente, y por encima de todo no representaría a toda la nación. En cada mención de su idea de la constituyente, el gobierno ha dado más vueltas sobre el asunto, y en repetidas ocasiones el presidente ha defendido la posibilidad de que el proceso sea llevado a cabo desde las asambleas populares que ha convocado a lo largo del territorio nacional.

Esta semana, el presidente sumó una nueva ruta improbable en el camino a la constituyente, a través de una interpretación llena de tergiversación del acuerdo de paz con las Farc. Según el mandatario, el acuerdo lo faculta para convocar una constituyente sin necesidad de llamar a elecciones. En cuestión de horas, los propios autores del acuerdo salieron a decir que no podría estar más equivocado en su interpretación.

Todos los caminos conducen a que el presidente quiere una constituyente sin elecciones, y reemplazar la labor de los delegados elegidos por votación popular por una de sus ambiguas figuras de representantes de asambleas sin ninguna garantía de velar por todos los sectores políticos e ideológicos del país. Y aunque esa idea resulta verdaderamente inviable en términos de legitimidad e institucionalidad, deja en evidencia una gravísima conclusión sobre la visión de democracia del presidente, quien quisiera imponer una constituyente compuesta por todos los sectores que lo apoyan a él.

Así lo adornen con la retórica con la que el gobierno es experto en adornar, cualquier camino a una asamblea que se salte los caminos de la Constitución sería un golpe a toda la institucionalidad democrática del país. Y es verdaderamente grave que el Gobierno Nacional lleve dos meses de permanente evaluación de los caminos a través de los cuales podría dar ese salto en contra de todas las instituciones.

@fernandoposada_

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