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Guillermo Puyana Ramos | Foto: El País

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El cimbronazo

En 2022 la estrategia progresista era la toma electoral del poder regional. No creo que eso vaya a suceder ahora sin Roy Barreras ni Armando Benedetti orquestando

26 de junio de 2023 Por: Guillermo Puyana Ramos

En un año el panorama político de Colombia cambió de manera tan radical que difícilmente podría llamarse pendular. El 19 de junio de 2022 Gustavo Petro se proclamó presidente ganando unas elecciones contra un candidato atrabiliario e ignorante que agrupó a la derecha, enfrentado a una izquierda que interpretó bien el torrente popular que se expresó violentamente en el paro nacional. Como una corriente subterránea que se movió por toda la anchura rural, eso que llaman “el territorio”, salieron votos que aseguraron una victoria marginal pero significativa para Petro.

En pocos días los partidos tradicionales adictos a la nómina pública, que se habían aliado a Rodolfo Hernández, fueron pegándose, con hambre pero sin ganas, a la coalición de gobierno que terminó siendo mayoritaria. La izquierda aplacó su característico canibalismo para trabajar en los objetivos del primer gobierno colombiano de izquierda.

Esa conjunción de popularidad, movilización, convergencia partidista y ambiente de unidad daba para que el primer gobierno de izquierda de Colombia sembrara los pilares de futuros triunfos progresistas. Ese era el punto común del que hablaban las diferentes vertientes de confluyeron en el Pacto Histórico: la oportunidad era histórica y debía aprovecharse ejerciendo el poder para fortalecer al progresismo más allá de 2026.

El 20 de junio de 2023 la oposición llevó más gente a laPlaza de Bolívar que la marcha gobiernista de diez días antes, en la noche en el Congreso se hundieron la legalización del cannabis y la reforma laboral, consecuencia de la ruptura de la coalición parlamentaria y de un gobierno con el barro hasta las rodillas por los escándalos que se vienen revelando unos tras otros. La menor movilización en el apoyo al gobierno sin duda tiene qué ver con su desprestigio e incapacidad de reaccionar racionalmente.

La respuesta desde la coalición de gobierno ha sido patética, carente de capacidad autocrítica salvo llamados muy tímidos de Iván Cepeda y otros más categóricos de Catherine Juvinao. De resto es el gobierno echándole la culpa a lo mismo de siempre: el pasado, “las oligarquías”, las mafias de tal o cual, la gran prensa, el arribismo de la clase media alta, que no explica por qué la clase media baja no salió por el gobierno que supuestamente la representa.

Petro responde no con soluciones sino con más ideas para el debate, algunas mágicas: no mover los carros para ahorrar gasolina, el aumento del cultivo de coca es un éxito de la proscripción de la erradicación forzosa, las importaciones bajan por que funcionan los aranceles.

En este escenario de ruptura y crisis se vienen las elecciones regionales. En 2022 la estrategia progresista era la toma electoral del poder regional. No creo que eso vaya a suceder ahora sin Roy Barreras ni Armando Benedetti orquestando. No pasará en Medellín, definitivamente no pasará en Barranquilla y es posible que pierdan en Cali. Bogotá está más ligada a la decisión de los Verdes que al Pacto Histórico.

Pensando en hitos históricos, presenciamos la más rápida destrucción de un capital político construido en un momento único en la vida del país. Es una crisis de la que no se sale echando globos sino con actos de gobierno que no se ven por ningún lado. Así queda confirmado el mito de que Petro es muy buen contradictor en lo que la retórica es suficiente. Pero es pésimo gobernante.

Para entender esta impresionante transición del 19 de junio al 20 de junio, la incompetencia y la vanidad presidenciales concurren a explicar con igual valor la irresponsabilidad histórica de Gustavo Petro frente a un futuro viable para el progresismo colombiano.

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