Columnistas
Cuando el tren llegue
Les contarán a sus familias y amigos que el tren es lindo, confortable, suave, ligero, silencioso, amigable con el planeta. Que pasa a tiempo, que se conecta con el MÍO y que por eso pueden llegar puntualmente...
En el 2026 la Feria de Cali no empezará el 25 de diciembre. La ciudad se prenderá un fin de semana de agosto, cuando el tren llegue, y de allí en adelante nadie se salvará de la rumba. La Sucursal estará más bella que nunca y su cielo se vestirá con un azul de todos los colores. El sol del mediodía estará picante, como siempre, pero el viento de la tarde bajará desde los Farallones más juguetón que de costumbre, para recordarnos que “si huele a caña, tabaco y brea, usted está en Cali, ay mire vea”.
Por esos días esta ciudad reirá de nuevo entre el fuego avivado de su orgullo. Andaremos otra vez por la calle con ese aire de chicanería bacana que nos brota desde la raíz y que nos hace pelar los dientes hasta en la mala: resilientes irredimibles, pachangueros irremediables, siemprevivos superlativos, muertos de la risa frente a la adversidad y la muerte; en fin, caleños siendo caleños.
Sí, todavía habrá desempleo, inseguridad, desorden y muchos otros problemas por resolver, pero estaremos más seguros que nunca de que es posible superarlos. Y todavía quedará entre nosotros un poco de distancia y recelo, pero surgirá de la nada un estallido de confianza que nos conectará a todos en una misma esencia poderosa, aunque tengamos ideas y visiones distintas sobre el mundo.
Brotará música hasta de las piedras: Clandeskina sonando el tambor por aquí, Guayacán y Niche descargando allá, La Mambanegra electrizando el centro, Calibre regando “la nueva noticia” por el Oriente, Herencia y Bahía anticipando el Petronio y los raperos de Cali Cartel, a fuego en el Bulevar.
En los días previos el Inter, el Marriot, el Spiwak y todos los hoteles estarán a reventar con una avalancha de visitantes nacionales, extranjeros e invitados especiales a la ceremonia de inauguración del tren. Se encontrarán toneladas de chontaduro y champús con empanadas por todas partes.
Visitarán La Tertulia en el Oeste y el Museo de la Salsa en el Obrero, comerán pandebono de la Kuty y después llenarán La Topa, El Habanero, La Casa Latina, Libre Salsa Bar y la carpa de Delirio. Se llevarán camisetas fogosas de @Suntuosa y pintas coloridas de @FlorecidaCali y luego regresarán a sus ciudades con una sonrisa a prueba de aguaceros.
No estaremos libres de tropel. Los medios informarán que “hay una discusión en el barrio” porque todos vamos a querer subir en el viaje inaugural del Tren de Cercanías, entre Jamundí y Cali, pero solo podrán hacerlo algunos. Muchos de ellos serán niños de diferentes colegios que ganaron un concurso para dibujar a la Cali del futuro.
Algunos de los que participarán en ese viaje histórico se emocionarán hasta las lágrimas. Y después les contarán a sus familias y amigos que el tren es lindo, confortable, suave, ligero, silencioso, amigable con el planeta. Que pasa a tiempo, que se conecta con el MÍO y que por eso pueden llegar puntualmente a sus destinos. Y multiplicarán la idea de que hay que cuidarlo, mantenerlo limpio, usarlo bien.
Y entonces, cuando el tren llegue, agradeceremos a Dios por enseñarnos lo que ya habían aprendido nuestros mayores: que es necesario, imperativo, urgente, volver a soñar en grande. Y nos reiremos de las dudas que teníamos, por allá en el 2023, cuando Alejandro y Dilian dijeron que podíamos ponerlo a funcionar en 32 meses. Sí podíamos. Solo nos faltaba volver a creer en Cali.