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Afganistán en caos

Imposible ignorar las consecuencias políticas. Afganistán retrocede en democracia y derechos humanos.

29 de agosto de 2021 Por: Vicky Perea García

El caos en Afganistán trae grave incertidumbre para ese país y sus diversos grupos poblacionales. Fuimos testigos hace 15 días de la toma del poder por militantes blindados con armamento de guerra que irrumpieron en Kabul a una velocidad imprevista. Vimos escenas terroríficas de miles de personas que desesperadas corrían hacia el aeropuerto buscando una salida del infierno en que están atrapados. Y hace apenas unos días, nuevos atentados terroristas dejaron decenas de civiles muertos en la capital.

Este no es un hecho aislado sino una crisis que afecta al mundo. Sus efectos humanitarios se viven en todos los continentes donde infinidad de personas buscan refugio y protección urgente. El régimen Talibán amenaza la integridad y la vida de afganos que en distintas profesiones y oficios trabajaron por dos décadas con el ideal de construir una democracia y ahora deben huir de su país.

El mundo debe promover ayuda humanitaria para ellos. Colombia, con un modelo de albergue temporal, se une a Chile, Ecuador y Costa Rica para acoger migrantes; propósito que también anuncian México, Reino Unido, Estados Unidos, España y Canadá. Pero esta solidaridad es insuficiente por el éxodo que se advierte. Vecinos como Pakistán, Irán, India, Rusia y China deben colaborar a salvar vidas, acogiendo civiles.

Imposible ignorar las consecuencias políticas. Afganistán retrocede en democracia y derechos humanos. Por cuatro décadas ha padecido un sinnúmero de guerras, crisis humanitarias y pobreza, y fracasó en su objetivo de contar con un gobierno sustentado en un Estado de Derecho que creara bienestar y seguridad. El contexto en que se produjo la incursión del llamado emirato islámico es un precedente negativo para una comunidad internacional que promueve objetivos de paz, protección a civiles y democracia. Comunidad mundial que no debe reconocer un Gobierno impuesto por la fuerza. Y que debe ejercer presión por marcos democráticos incluyentes y con elecciones transparentes.

Asimismo, el impacto en derechos humanos es grave. El nuevo régimen impulsa una visión fundamentalista de la ley islámica que desconoce la voz de mujeres y niñas que reclaman acceso a educación, trabajo, libre expresión y servicios de salud, entre otras garantías consagradas en el corazón del Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

En el campo político y diplomático el respeto a estos derechos debe exigirse partiendo de la base que los instrumentos internacionales no pueden estar relativizados por posiciones religiosas, culturales o ideológicas.

Particular atención merecen los riesgos para la seguridad internacional. Estos van desde los temores por infiltraciones de criminales a otros países en medio de la inminente diáspora, hasta riesgos planteados en la ONU sobre un régimen que podría convertir al país en refugio del terrorismo transnacional. Los organismos multilaterales, incluido el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, deben priorizar esta situación y aplicar sus herramientas en apoyo a la construcción de paz, y exigir adhesión a las obligaciones internacionales contra el terrorismo.

El mundo tiene que actuar con rapidez pues las alertas son evidentes. No es tarea fácil, por los inevitables intereses geopolíticos. Pero la inacción llevaría a un desastre humanitario como los que se han vivido en países en los que la respuesta global fue tardía. A todos nos concierne. Es un tema de libertad, seguridad y humanidad.