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Me he distraído escribiendo píldoras cuando tengo algo o mucho que decir...

21 de junio de 2015 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Me he distraído escribiendo píldoras cuando tengo algo o mucho que decir sobre ciertos actos y hechos que hemos vivido y continuamos viviendo en esta “Colombia inmortal” de la cual hablara Rojas Pinilla.5. Eutanasia. Es este un tema apasionante que ha dado mucho que hablar desde hace más de 40 años gracias al empeño y a la dedicación de Tatis Kopp de Gómez y a la divulgación de lo que es la muerte digna.En primer término, los sabiondos y pesados católicos de ultraderecha (civiles y curas) siguen insistiendo en que el ser humano no es dueño de su vida y que Dios y la Iglesia Católica sí lo son pese al libre albedrío que se da como una limosna a los creyentes dentro de un sombrío panorama inquisitorial que, además, cubre el aborto, el control de natalidad, el homosexualismo.Después de mucho pelear, la Iglesia aceptó que a un enfermo terminal se le retirara la parafernalia con la que médicos católicos y familias egoístas e ignorantes pretendían seguir torturando al pobre enfermo. Es de recordar que aún existe esta aberración para mantener vivos a la madrecita o al padrecito o a los abuelitos, sufriendo y maldiciendo in pectore a sus egoístas y atribulados familiares.Había yo menospreciado al Ministro de Salud que ha dado dos golpes magistrales: eutanasia y glifosato y me arrepiento por aquella temporal falta de criterio.Me sorprendieron, eso sí, los rumores sobre su salida del gabinete que tendría que ser por la flojera de Santos frente a los curas, al Procurador y a ciertos sectores de los Estados Unidos.Si sirve un buen consejo, Ministro, no renuncie pues el daño que nos hace a los colombianos no es cualquier cosa.6. Transmilenio. Por flojera y vagabundería la administración distrital y la Policía no han sido capaces de defender este gran sistema que debemos en buena hora a Peñalosa, por quien he de votar ya que es el único capaz de recuperar el orden y la disciplina ciudadana.Por supuesto, hay que combinar la pedagogía de Mockus con la fuerza: enseñar pero castigar es algo que siempre ha existido y que los flojos, o mediocres, o politiqueros no son capaces de llevar a la práctica.Sobre enseñar, no puedo agregar nada; ojalá se pudiera nombrar a Mockus Vice-Alcalde de Educación y Cultura Ciudadana y se pudiera elegir un buen Concejo Distrital, que los últimos no han servido para nada y, en general, además de ignorantes, han sido corruptos.Pero, además, la Policía está pecando en materia grave al pensar que unos flacos y desnutridos bachilleres pueden lidiar a los temidos y hábiles pandilleros que agreden a esos pobres muchachos, no les obedecen ni les temen, y pasan por encima de ellos para cometer tropelías sin fin.Policías formales, bien entrenados y con bolillos de los largos que se usaban hace años y a quienes no esté amenazando el Estado con la cárcel si imponen el derecho y la civilidad, acabarían pronto con el problema.En casos como el de Bogotá, yo no entiendo bien cuál es el uso excesivo de la fuerza, cuando hampones, neonazis y toda la canalla que nos ha llegado desde hace años, delinque sin temor.Como hace años me dijo un oficial de la policía, de esos de botas altas, que me ayudó a detener a un ladronzuelo que se había llevado las cuatro copas del V.W. de mi madre, y a quien propinó fuerte patada en la espinilla, que hizo llorar al hampón: “Este es el único castigo que va a tener” y en efecto así fue: como me tomaron declaración sentado junto al delincuente y dí mi nombre y dirección, dos días después, estando el mismo vehículo estacionado frente a mi casa, alguien se llevó las copas y yo sé quien fue.Si quieren orden, garrote y en ciertos casos bala pues los derechos humanos no se alegan para proteger delincuentes, sino a la gente de aquellos.A veces pienso que en lugar de cárceles urbanas se debería volver a las colonias penales en ciertas zonas del país; de ellas es más difícil escaparse y allí podría aprender esos desalmados a cultivar la tierra, por supuesto encadenados como los sacaba a hacer obras públicas el general Reyes, allá por 1905, y sin celulares.