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Los Gobernantes

No es nuevo el hecho de que a muchos jefes de Estado...

8 de junio de 2014 Por: Carlos Lleras de la Fuente

No es nuevo el hecho de que a muchos jefes de Estado les falta tiempo para ocuparse de las cosas importantes para el ´país, es decir, para gobernar.En el Siglo XVI, según ejemplo con el cual nos ilustra José Antonio Marina (Crónicas de la ultramodernidad) el rey de España, Felipe II, quien consumió su vida entre las guerras y los rezos, se quejaba de que todos los días crecía sobre su mesa de trabajo la pila de informes, papeles y documentos y, para hombre tan influyente en la historia del mundo, no deja de divertirnos su angustia, de mal gobernante, que se queja a su secretario con este divertido lamento:“Agora me dan otro pliego vuestro. No tengo tiempo ni cabeza para verlo, y así no lo abro hasta mañana y son dadas las diez y no he iniciado y quédame la mesa llena de papeles para mañana pues ya no pude más agora (1578)”.Así, nos dice Marina, fue toda su vida y años después, en Aranjuez, escribe el mismo rey: “Son las diez y estoy hecho pedazos y muerto de hambre y es día de ayuno, y así quedará esto para mañana, que agora no es posible”.En efecto y antes de que las monarquías tuvieran que transformase en constitucionales, los reyes eran jefes de Estado pero no tenían tiempo para gobernar y de eso he acusado a Juan Manuel Santos. Pero en ambos casos ocurre lo mismo y es que todo vacío tiende a llenarse y en Inglaterra, por ejemplo, en el Siglo XVI también y durante el reinado de Enrique VIII gobernaba un Primer (Chief) Ministro como fue el caso del sanguinario Thomas Cromwell (no confundir con su pariente que gobernó en años posteriores y durante la dinastía Estuardo, después de que mandó a decapitar al rey).En mejores y pasadas épocas el Presidente no padecía de los problemas de Felipe II ni de Enrique VIII: el mandatario no viajaba tanto, pues para atender muchos asuntos están los embajadores; no pretendía ser “primera dama” para ir preparando su reelección y cumplía “bien y fielmente” con los deberes de su cargo.Al menos un Consejo de Ministros al mes y acuerdos ministeriales todas las semanas: en estas reuniones, especialmente en las segundas, el presidente recibía por separado a cada uno de sus ministros y, obviamente, no sólo se enteraba en detalle de la situación y de las necesidades de los colombianos, sino que acordaban las medidas que debían tomarse para y las soluciones que podían darse a temas urgentes. En aquellas épocas el presidente tenía tres secretarios.Hoy en día el Departamento Administrativo de la Presidencia mantiene una creciente e inútil burocracia que suple las carencias del Presidente, quien no gobierna. Este vicioso esquema lleva a que cada vez puedan elegirse peores presidentes que tratan -y no siempre aciertan- de nombrar buenos ministros, verdaderos gobernantes cada uno en su ramo. Bueno es recordar que delegar es cómodo pero que quien delega debe responder por los actos o los hechos del delegatario; ya hemos visto (reformas de la justicia y la educación, etc…) que si las cosas salen bien, el presidente se apropia del éxito pero si salen mal, es culpa del delegatario. Así no se gobierna el país ni el Presidente cumple su juramento de hacerlo bien.