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Lleras y la educacion

Continuando con la crónica que inicié la semana pasada, haré hoy alto...

3 de julio de 2011 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Continuando con la crónica que inicié la semana pasada, haré hoy alto de nuevo con algunos Lleras que han servido bien al país en los campos de la educación y de la cultura.Mi tío Carlos Alberto Lleras Acosta tuvo colegio toda la vida; era hombre de gran cultura, orador sagrado de renombre y persona algo impaciente y malgeniada frente a la estupidez del prójimo; en alguna ocasión olvido que su colegio tenía dos pisos y botó por la ventana a un alumno eminentemente estúpido y mal educado; hacia el futuro se le impuso la obligación de encontrar casa de un piso.Por su parte Lorenzo María fue también rector del Colegio del Rosario por allá por 1840 y allí me gradué de abogado y fui profesor y consiliario además de colegial, dignidad que ostenta mi hija mayor que fue Secretaria Académica de la Facultad de Derecho, Directora de Relaciones Internacionales y ahora Secretaria General.Los Soriano Lleras, Andrés y Luis Ignacio, eran de padre venezolano y descendientes de Codazzi; el primero fue profesor de la Universidad Nacional y Decano de la Facultad de Medicina, el segundo, gran profesor en la de Ingeniería.Adicionalmente, el esposo de mi tía Elena Lleras, Leopoldo Guerra Portocarrero, dedicó su vida a la Facultad de Ingeniería de la Nacional.Mi tía Elvira, la mayor de los Lleras Restrepo, fue distinguida educadora desde los años 30; en los 50 abrió con algunas de sus hermanas ‘La Escuela Moderna’ que calificó como Finishing School que, por desgracia, no daba título de bachiller sino garantizaba cultura, y ello se cumplió con creces: profesores de la talla de Otto de Greiff y Oswaldo Díaz transmitieron conocimientos a una generación de niñas que, a partir de cuarto de bachillerato, ingresaban a la novedosa institución. Por supuesto que desde Montessori numerosas alumnas recibían esmerada educación.Fue ella Directora del Museo de Antropología del Banco Popular y, a punta de ahorrar, construyó el colegio Elvira Lleras (en la entrada del Club Los Lagartos) que años después vendió a una comunidad religiosa y con el dinero recibido creó por testamento una Fundación con el nombre de mi abuela y de la cual Carlos Torres Noriega y yo fuimos síndicos, que tenía como finalidad educar a sus parientes pobres, que eran casi todos. Durante años dimos becas y medias becas hasta que se agotó el capital, pero quedaron bien estudiados unos 18 Lleras y Restrepo.Mi abuelo Lleras Acosta fue profesor de la Universidad Nacional por muchos años, Presidente de la Academia de Medicina e investigador de la lepra, por lo cual el Instituto de Lepra, hoy Instituto Dermatológico, lleva su nombre desde 1939, por Ley de Honores que se aprobó por el Congreso después de su muerte prematura en 1938.Debo mencionar, por último, a Luis María Lleras Triana, intelectual y hombre de gran cultura. Tuvo una gran amistad con Rufino José Cuervo, que se mantuvo cuando éste se traslado a vivir a París; la correspondencia entre ambos fue publicada hace algún tiempo por el Instituto Caro y Cuervo y merece ser recordada: Cuervo supo que Lleras partía para la guerra de 1885 y de inmediato le escribió invitándolo a París, a su residencia, argumentando que Lleras era un intelectual que nada sabía de las artes marciales; cuando esta comunicación llegó a Bogotá, el improvisado General ya había muerto en campaña.Como se comprenderá fácilmente, la familia Lleras dedicada a estas nobles labores, ha vivido en discreta pobreza durante dos siglos, haciendo gala de la dignidad que da la inteligencia; de ahí que yo siempre me he burlado de las confusiones ideológicas de Jorge Eliécer Gaitán que tildaba a la familia de “oligárquica”.