El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

El buey y el jumento

El primer cambio que me dejaron los festejos religiosos y, en especial,...

8 de febrero de 2015 Por: Carlos Lleras de la Fuente

El primer cambio que me dejaron los festejos religiosos y, en especial, los de fin de año, es mi actual afición por el lenguaje.Como creo haberlo mencionado rezamos dos novenas y en ambas, tanto en los textos originales como en el de la monja Samper Acosta, se habla del buey y del jumento.¿Por qué le pusieron ese nombre tan raro al burro?, preguntó una voz juvenil; he de confesar que no entendí la pregunta y respondí: en primer término y tradicionalmente, los dos animales estaban en el portal de Belén; Benedicto XVI, con su severidad alemana los sacó del pesebre y, según lo vi en varias iglesias, ya no estaban estos tradicionales acompañantes de José y María pero el Papa Francisco los volvió a llevar al humilde albergue, tal como consta en su homilía de Navidad. Algunos curas no se enteraron a tiempo y por ello maltrataron las novenas, según las cuales los pacíficos y famosos animales calentaban al niño con su aliento.Pero, respondió mi interlocutor, eso no explica por qué al simpático burro lo bautizaron con ese feo nombre, ‘jumento’; trabajo me costó explicar a jóvenes y niños que ‘burro’ y ‘jumento’ son sinónimos sin que hubiera bautizo de por medio.Por supuesto, aunque en la lengua bogotana se usó hasta no hace mucho la palabra ‘jumento’ para calificar a todos los torpes no educables: “ese ministro es un jumento”, “el hijo de tu amiga es un jumento”, etc, etc… Lamentablemente ya desapareció esta útil acepción que es menos fea que calificar a alguno de “lento” o “estúpido”; además, tenía un dulzón sabor bíblico.Al final de este episodio lingüístico surge la pregunta: ¿A quién le creemos? ¿A Benedicto, o a Francisco? Pero a quienes analizamos el evangelio más con el libro de Saramago que con las estúpidas notas que en diversas épocas se agregaron a los evangelios para poder falsear lo que ellos dicen y lo que Jesús -hombre- quiso enseñar, nos enfrentamos a un dilema: Francisco agregó en su homilía que la Sagrada Familia había huido a Egipto para proteger al niño del genocidio que había organizado Herodes, y esto merece otro comentario.Los judíos siempre fueron amigos y, en ocasiones víctimas de las masacres. Según el antiguo testamento, Jehová -por petición de Moisés- organizo el asesinato por parte de unos ángeles mercenarios a su servicio de todos los primogénitos de los egipcios; afortunadamente, como todas las historias de los semitas (ver Las mil y una noches) tal cosa no ocurrió y por ello la Familia no huyo a Egipto sino que pacíficamente se devolvió a su pueblo, Nazaret y esto le crea a Francisco un problema: si había burro (jumento) José podía llevarse a María y a Jesús a El Cairo (ciudad donde un guía astuto me llevó a la casa donde vivió la “Sagrada Familia”, creo que la de él y no la sagrada). De todos modos si el burro o jumento era burra, también proveía de leche al angustiado y desplazado padre de familia.Por supuesto, en esta hipótesis, y ahí fue donde Francisco no calculó el peligro que representaba la presencia del jumento, ¡José sé robo el burro sin el cual no habría llegando nunca a Egipto!La no presencia del animal, para al análisis severo del Papa germano, deja en claro que no hubo tal huida, ni reyes magos a quienes también sacó del pesebre ni, por supuesto, masacre alguna y Herodes ha sido calumniado por más 21 siglos porque los estudiosos acaban de aclara que Cristo nació cuatro o cinco años ¡Antes de Cristo! Según algunos estudiosos, la masacre de Masada también fue un invento para darle a Israel unos héroes que hacían falta, y lo mismo ocurrió con las otras atribuidas injustamente a Jehová: el diluvio universal y el genocidio de Sodoma y Gomorra ni tampoco, en pequeño, el chiste flojo de pedir a Isaac que asesinara a su hijo (Páselas por inocentes).La triste historia de los judíos, escrita magníficamente por Johnson es que sí hubo una horrible matanza y un genocidio atroz, a cargo de Hitler y su banda de apestosos nazis, con la silenciosa aceptación de los conciudadanos de Benedicto.