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Y Peláez se despachó…

Es difícil ponerle fecha al momento en el cual La Luciérnaga de...

30 de enero de 2015 Por: Carlina Toledo Patterson

Es difícil ponerle fecha al momento en el cual La Luciérnaga de Caracol se volvió parte de mi rutina diaria, pero claramente el largo -larguísimo- regreso a casa fue más tolerable durante años gracias a la compañía de Hernán Peláez y sus cómplices de ese gran programa. También ha sido más tolerable la cruda y dura realidad del país gracias al buen humor, la elegancia y la puesta en perspectiva de los temas por parte de todo el grupo de trabajo.La noticia de la ‘dimisión’ de Hernán Peláez del programa después de 23 años, no fue un factor que me llevara a considerar cambiar de frecuencia en las tardes. Sé que quedó en las mejores manos y es solo cuestión de tiempo mientras el equipo liderado por Gustavo Gómez le coge el tiro y arrancan con fuerza. Tampoco me voy porque no me cabe en la mente dejar de oír al Leonel Álvarez gallinaceándole a las nenas y tampoco concibo la vida vespertina del viernes sin la música de balneario (cuando me imagino a Leonel bailando con las nenas).Evidentemente era un hecho que habría cambios y lo natural era que con Peláez se fuera también el veterano Gustavo Álvarez Gardeazábal, su aliado desde Tuluá durante tantos años. No pensé que hubiera misterio al respecto y partí de la base que Caracol estaría manejando ese tema como se deben manejar las cosas: con altura. Gran sorpresa tuvo Colombia cuando tres días después de la despedida de Peláez, se conocieron detalles del despido del escritor vallecaucano.Esta semana, al prender el carro en la tarde, oí la voz de Félix de Bedout y la curiosidad me llevó -en un acto de deslealtad para con La Luciérnaga- a quedarme con él durante mi Feliz Regreso. Oí a Hernán Peláez en su ya famosa despachada contra Caracol (su casa) por la salida de Gardeazábal. Nos enteramos de algunos secretos de verdad, verdad y otros aspectos no tan secretos de ese hecho que en términos de relaciones públicas de la cadena radial fue un fiasco. La vehemencia de Peláez, tan inusual en un hombre que se ha caracterizado por su mesura y cordura, conduce inevitablemente a la solidaridad con el escritor, porque es indudable que Peláez habló con la verdad.El mismo Félix de Bedout dijo en alguna entrevista que La Luciérnaga más que un programa, es una institución y que ella le merece todo su respeto. Pues Gardeazábal también es una institución en Colombia -gústenos o no nos guste- y su posicionamiento como “el hombre más enterado de las noticias” se debe claramente a una férrea disciplina de estudio e investigación. En ese orden de ideas pienso que Caracol obró como la típica empresa despiadada que prescinde de un empleado indeseado y lo bota sin derecho de nada. En lo personal me causa profunda preocupación por la función social que cumplen los medios y las empresas de comunicaciones que hay detrás de ellas. Pueda que sean empresas que buscan ser sostenibles económicamente, pero también tienen el deber de dar ejemplo, de promover buenas prácticas y transparencia, de ser decentes y elegantes en su proceder -como en su programación- y en este caso no lo fueron.Ofrezco mi solidaridad de colega a Gustavo Álvarez Gardeazábal y deseo suerte a Gustavo Gómez quien seguramente brillará. Caracol por su parte vivió en carne propia esa premisa que afirma que la vida es redonda. Ojalá la lección de respeto por el ser humano haya quedado aprendida, porque los oyentes también sentimos.