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¿Violencia genética?

¿Quién con la suficiente autoridad para absolver la duda de si esta violencia que ha sembrado de muerte a Colombia en los últimos 70 años, es genética?

4 de marzo de 2021 Por: Beatriz López

En estos días de recuentos de falsos positivos por parte de la JEP y la Fiscalía, del estremecedor relato del padre Francisco de Roux sobre las casas de pique en Buenaventura, la justicia con mano propia contra la delincuencia en Cali, las fosas comunes abiertas por la JEP donde yacen todas las formas de la violencia guerrillera, paramilitar y de agentes del Estado, vemos que la pandemia se extiende con el recrudecimiento de una violencia que parece estar en nuestro ADN.

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Son tantas y tantas las muestras de crueldad en la sociedad colombiana, desde 1940 con la violencia partidista entre liberales y conservadores, los cortes de franela y el surgimiento de personajes tenebrosos como ‘Chispas’, ‘Sangrenegra’, Efraín González. Y, al iniciarse las guerrillas, Farc (Bojayá, Hidroituango, secuestros, tomas que sembraron la muerte en varias regiones del país, retención de menores, violación de niñas), Eln (atentados a oleoductos como el de Machuca en Segovia, 84 muertos) M-19 (holocausto del Palacio de Justicia), hasta desembocar en el atroz surgimiento del paramilitarismo y el narcotráfico, aún vigente.

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¿Quién con la suficiente autoridad para absolver la duda de si esta violencia que ha sembrado de muerte a Colombia en los últimos 70 años, es genética?, nadie mejor que Óscar Espinosa, sicoanalista, investigador profundo no solo de la mente sino del intrincado mundo político y sociológico del país, que con Estanislao Zuleta, enseñaron a pensar a un grupo importante de mujeres caleñas.

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Después de leer otro estremecedor relato sobre los desaparecidos en las comunas de Medellín, ‘La Sombra de Orión’, escrito por Pablo Montoya, y al cual se refirió sin tapujos Auralú Mera, confirmé aún más mi teoría sobre el ADN maldito de los colombianos.

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Así respondió Óscar: “La violencia no está en los genes de los colombianos, ni de ningún hombre que no sea un caso especial de psicópata criminal que goce matando, algo que se da en cualquier país por avanzado o civilizado que sea”.

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“La violencia es instituida, es cultural, es sexual, es de clase, es económica, es territorial, etc. En Colombia se han dado tres grandes ciclos de violencia: el primero, de origen exclusivamente político entre 1946 y 1957 cuando el Frente Nacional logra poner fin a la dictadura militar de Rojas y la civil de Laureano; el segundo, como respuesta al surgimiento de las guerrillas Farc, Eln, M-19; surgen las autodefensas aliadas con narcotraficantes y sus grupos armados, con el apoyo oculto de una parte de las Fuerzas Armadas del Estado, ciclo de violencia que se extiende desde finales de los años 60 hasta el comienzo del Siglo XXI.

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“¿Y, el de ahora?”, le preguntamos a Oscar: “Está surgiendo ahora con el desconocimiento del tratado de la Paz con las Farc, el incremento gigantesco de la corrupción y la polarización violenta de los discursos políticos de extrema”.

“Entonces nuestra violencia no es genética”: le pregunto de nuevo. “No, la violencia es un producto de la mente, no una fuerza instintiva como la agresividad, la cual, por supuesto también se emplea para el mal. Alguien dijo: el terrorismo es la guerra de los pobres, la guerra es el terrorismo de los ricos’”, concluyó.