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El sucesor de Santos

La contienda electoral que arrancó con la polémica entrevista de Vargas Lleras en Caracol, presagia nubes negras en un país polarizado.

26 de octubre de 2017 Por: Beatriz López

La contienda electoral que arrancó con la polémica entrevista de Vargas Lleras en Caracol, presagia nubes negras en un país polarizado, donde se exacerbarán aún más los odios y las contradicciones entre los que pregonan el miedo al castrochavismo, los que defienden la paz a pesar de la improvisación en el manejo del postconflicto, los que ondean la bandera de la anticorrupción y los tibios que no seducen las masas.

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Al total de 50 candidatos (según María Isabel Rueda) que aspiran a suceder a Juan Manuel Santos en el 2018, se acaba de sumar el más ingenuo de todos: Frank Pearl, ex alto comisionado de Paz. Es que la pugna no es entre la derecha y la izquierda y un tímido centro. Lo que anima a Vargas, Uribe, Ordóñez y Pastrana no es solo atajarle el paso al catrochavismo, lo que les interesa es el poder y, a través de él mantener el statu quo de una clase política que naufragó en el clientelismo y la corrupción. La izquierda sigue enquistada en sus viejas teorías, sin salir de sus demonios divisionistas.

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No me voy a referir a la soledad de Santos, ni a sus aciertos y errores. Solo la historia lo condenará o lo reivindicará. Lo que está en juego es el futuro de este país que habrá de gobernar un hombre de la talla de ¿Vargas Lleras? ¿De la Calle? ¿Fajardo? ¿Petro? El primero llegará a borrar los acuerdos con las Farc, lo que traerá sangre y dolor de nuevo; el segundo, a juntar los retazos de la JEP y a tratar de rescatar a la guerrillerada que se escapó de las zonas veredales; el tercero, a unir el país dividido entre la intolerancia y el odio, y el cuarto, a ensayar de nuevo la utopía de una Colombia humana, que ya fracasó en Bogotá.

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Pero ni ellos ni Cristo, Robledo, Pinzón, Clara, Claudia, Martha Lucía, Clopatofsky y los cinco ¿o seis? uribistas han hecho propuestas diferentes a la de pedir la renuncia de Santos, boicotear en el Congreso el Acuerdo de La Habana, a atajar la participación en política de las Farc, a utilizar la corrupción como arma política o a descalificar a sus contendores.
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Todo gira alrededor de lo anecdótico, lo mediático, sin una visión de país, con miras a reestructurar el Estado, a neutralizar la recesión o a aliviar la injusta alza de impuestos ¿Qué candidato se ha referido al caótico sistema de Salud, al bajo nivel de la educación, a la creación de empleo o al hacinamiento en las cárceles? Colombia es el país más inequitativo del mundo, ¿alguien ha propuesto la fórmula para detener la migración campesina a los cinturones de miseria de las ciudades, caldo de cultivo de la violencia urbana? Ninguno.

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Habría preferido que en lugar de Pearl, se hubiera lanzado como candidato Sergio Jaramillo, que contribuyó a conducir con mano firme el difícil proceso de paz. Incontaminado, terminó su labor de relojero suizo en la construcción del Acuerdo y renunció, sin dejarse tentar por los cantos de sirena del poder. Habría sido un candidato de peso. Tiene la formación, la sabiduría y el equilibrio mental para dirigir este país que sigue errático en la elección de sus gobernantes.