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Caloto, ahora en manos de salvajes; el Ejército, víctima de humillaciones tras una violenta asonada, con 15 soldados lesionados y ninguna reacción del Ministro. Paraíso perdido.

5 de marzo de 2024 Por: Aura Lucía Mera

Me estremezco al escuchar y leer lo que está sucediendo en Jamundí, en Caloto y el norte del Cauca. La indiferencia, por decir lo menos, del ministro de Defensa Iván Velásquez Gómez, quien da la sensación de estar maniatado y amordazado por el mismísimo Presidente, que predica como buen orate por el mundo entero sobre la paz total y el polvo cósmico, ante la mirada perpleja de los auditorios internacionales, que en el fondo no saben si reír o llorar y prefieren aplaudir.

Reconozco los logros de este Ministerio en cuanto a incautación de droga y labores exitosas de capturas de capos, pero endeble y mustio ante los hechos de violencia, asesinatos de líderes sociales, tomas guerrilleras, vejación de policías y soldados, poca capacitación y falta de estrategias, mejor dicho, arrinconado por su ‘jefe supremo’ y sin poder decir ni pío.

Pienso en Caloto, ese lugar paradisíaco. En una época viajaba frecuentemente desde Cali a visitar adictos en recuperación, en una fundación dirigida, por cierto, por un exguerrillero que había desertado, (eran desertores, no se había firmado el Acuerdo de Paz). Tristemente, la misma guerrilla lo asesinó y la Fundación desapareció.

Caloto, ahora en manos de salvajes; el Ejército, víctima de humillaciones tras una violenta asonada, con 15 soldados lesionados y ninguna reacción del Ministro. Paraíso perdido.

Qué tal la tragedia de La Tagua, Putumayo, donde un ‘soldado’ infiltrado disparó su fusil contra el Capitán, un Sargento y dos compañeros. Y ni mú de los altos mandos.

Lo que sucede en Jamundí es insólito, aberrante, inaceptable… Ese municipio que progresa, totalmente sitiado por los narcotraficantes y grupos guerrilleros, amenazas, chantajes, extorsiones, permisos y carnetización. Nada ingresa a las veredas, toques de queda, dominio absoluto de bandas delicuenciales, clanes de narcos y guerrilleros ‘disidentes’. Y el Ministro como los tres micos de la foto, calladito, cieguito y mudito. Mientras, aparentemente, una carretera clandestina trata de conectar el municipio con el mar para poder enviar toda la coca vía tiburón.

Acabo de leer que los indígenas amenazan con cortar la carretera a Popayán para Semana Santa, y otras perlas.

¿Cuál paz total? Actualmente, Colombia vive bajo la violencia más violenta y valga la redundancia, con la complicidad del Presidente, más autista y mesiánico que nunca, o más perverso con todo ‘perfectamente calculado’, como decía El Chavo, con la diferencia de que este no es El Chavo, si no un mandatario sinuoso. Ya está colocando sus fichas del Ajedrez del Diablo.

¿La Constitución de Colombia va a alcahuetear estos desmanes? ¿Nunca nos vamos a hastiar de sangre derramada? Sangre y muerte. Ese parece ser el destino de este país, atrapado en su indómita geografía, en sus polarizaciones, odios, rencores, ansias de poder, ambiciones desmedidas y rencores.

Apoyo total a la gobernadora Dilian Francisca Toro al pedirle más contundencia y acción al Ministro de Defensa, que ya parece un ectoplasma mudo y desorientado.

Posdata. Lo que nos faltaba a los vallecaucanos, ¡Alexander López, director de Planeación Nacional! Los que conocemos su historia no podemos creerlo. Vamos de culo pa’l estanco si no reaccionamos. Benedetti en la FAO, la reina de corazones, Laura, el poder detrás del trono, y Minsalud que está más loco que una cafetera. En fin, como decía Borges, ser colombiano es un acto de fe, que Dios nos coja confesados.

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