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Entre Gardel y Discépolo

Cuando uno llega a Medellín la piel se le arruga en el...

26 de junio de 2011 Por: Antonio José Caballero

Cuando uno llega a Medellín la piel se le arruga en el patio de El Tango, pues a pocos metros de allí quedó muerto el gran Carlitos Gardel. Pero evocando a ‘El Zorzal’ te acordás de Discépolo y lo mezclás con las realidades colombianas, ya no sabés si llorar, gritar, maldecir o reír por lo que ellos advirtieron.“Hoy tenés el mate lleno de infelices pretensiones”, es lo primero que le pasa a la mayoría de nuestros dirigentes. Se les llena la cabeza de torcidos que los llevan finalmente a la picota pública y a solicitar de manera sinvergüenza “garantías para decir la verdad”. Los diarios sólo te cuentan sobre estafas fantásticas en la salud, las obras, la educación y hasta en la seguridad. Y usted lo dijo don Enrique: “Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor/ ignorante, sabio, chorro, generoso estafador”.Y 76 años después de muerto, ‘el morocho del abasto’ canta a nuestras jóvenes: “La milonga entre magnates se te ha entrao muy adentro de tu pobre corazón”. Miramos nuestros parques y vemos parejas o pequeños grupos de prepagos que se ofrecen a turistas y locales que quieren darse gustos tempranos en la belleza femenina. En Medellín, con el tango, me dio duro la realidad cantada por este par de grandes. Discépolo nos resume: “Todo es igual, nada es mejor/ lo mismo un burro que un gran profesor/ los inmorales nos han igualao/ Si uno vive la impostura y otro afana en su ambición/ da lo mismo que sea cura, colchonero,rey de bastos, caradura o polizón”.Aquí hacemos aspaviento de todo. Pero, o ya los sabíamos o lo que es peor, nos acostumbramos a los torcidos. En toda esa Colombia que hemos recorrido me dicen en la calle: “Eso de los Nule no es sólo en Bogotá. Aquí en Cúcuta, o en Medellín, o en Cali o Palmira o Pereira o Bucaramanga, también hay de esos negocios”.El mapa de la corrupción abarcó todo el país. Y lo permitimos todos, incluidos los organismos de control. Los cínicos que no encontraron nada anormal en entregar millones a los malhechores que al igual que los hermanos tramitadores y coimeros feriaron el dinero de nuestros impuestos. ¡Ay!, maestro Discépolo: “Vivimos revolcaos en un merengue/ y en el mismo lodo todos manoseaos / Igual que la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se nos ha mezclao la vida”.Y la violencia que no para, Carlitos. En el barrio Antioquia, en el Patio del Tango, me mostraron un cuadro tuyo donde estás herido. Por si no lo sabías, aquí te moriste dos veces. La primera en el avión que se estrelló en el aeropuerto; la segunda, en un rincón oscuro del bar. Allí, un borracho que no creía que estabas muerto le disparó al cuadro tres veces. Los tres huecos se pueden ver en tu pecho, debajo del clavel blanco que llevas en el cuadro. Cómo te parece, Gardel, ya ni en tu bar podés descansar tranquilo.Y la justicia tampoco, maestro Discépolo. Los mayores asesinos de la historia sólo pagarán ocho años de cárcel o a lo mejor ninguno. Los vi, muertos de la risa en la sala de audiencias del Tribunal cada que le imputaban un cargo al grupo de angelitos de Isaza, ‘el viejo’ que sufre de alzheimer y sólo recuerda unos pocos cientos de los miles que mataron sus paramilitares. Usted que predijo: “Qué falta de respeto/ qué atropello a la razón/ Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón”. Porque hoy por hoy “el que no llora no mama/ y el que no afana es un gil”.