El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Para reconstruir a Cali

La crisis que vive Cali no es solamente de la ciudad material. Hay un resquebrajamiento del alma colectiva.

4 de diciembre de 2022 Por: Antonio de Roux

Durante la noche del pasado miércoles 30 de noviembre los cielos de Cali estallaron en un frenesí de cohetes y triqui traques. Miles de caleños iniciaban las festividades navideñas y violaban de paso la prohibición de quemar pólvora.

Esa situación puntual coincide con otros comportamientos ciudadanos francamente censurables. Un número creciente de ‘moteros’ y conductores de vehículos ha convertido en junglas motorizadas nuestras vías. Los infractores no pagan las multas ni comparendos. Las invasiones a la propiedad pública y privada están desenfrenadas; las fachadas de edificios y casas se han plagado de trazos grotescos; en muchos barrios atenazados por el microtráfico y la violencia asesina se ejerce justicia por propia mano. De la Cali ciudad cívica poco queda.

Si se indaga sobre del origen de esta situación es posible encontrar en los habitantes sentimientos crecientes de frustración y abierto repudio ante el desempeño de aquella proveedora de soluciones que debería ser la autoridad municipal.

En otras palabras, hay una desconexión entre los pobladores y sus gobernantes, situación que durante los últimos días se ha agudizado.
¿Cómo es posible que en los momentos de peor percepción sobre seguridad se presentara un presupuesto que disminuía recursos para controlar este flagelo? ¿Cómo explicar que ese presupuesto mermara lo destinado a reparar las vías cuyos huecos matan motociclistas? ¿Cómo justificar la falta de compromiso para superar las dificultades financieras que matarán al MÍO? ¿Cómo embarcarse ahora en un parque como el de Cristo Rey que causará irreparables perjuicios al ambiente y quita más de $140.000 millones a los programas sociales?

La gente también pregunta por qué no actúa la administración local en la solución de problemas sentidos, que causan continuo malestar, como es el puente de Juanchito. Este proyecto lleva siete años en ejecución, ha tenido cinco adiciones, ocho prórrogas y va a costar el doble de lo contratado. Aunque es una obra del Departamento, al Municipio correspondería exigir reparaciones por los daños económicos y sociales que se están causando a esta ciudad y a sus habitantes.

A Ospina le falta un año de gobierno, tiempo para enmendar en lo posible errores cometidos. Pero debe acercarse sin prevenciones a los ciudadanos del común; escuchar sus anhelos y reclamos. Hacer que el resto de su gestión sea participativa.

La crisis que vive Cali no es solamente de la ciudad material. Hay un resquebrajamiento del alma colectiva. Pareciera que desmotivación, desánimo e indiferencia llegaron para quedarse y nunca podremos volver a ser la urbe entusiasta y cívica que fuimos. Por eso necesitamos en el próximo período de alguien capaz de reconstruir nuestra dimensión física y la del espíritu.

Una circunstancia llama al optimismo y es contar con posibles candidatos que conjugan experiencia, conocimientos y pasión por servir. Pero la atomización de aspiraciones puede conducir al desastre. Es necesario concretar un acuerdo entre los aspirantes de todas las vertientes, el cual permita la convergencia hacia una sola opción ciudadana. Por eso entusiasma saber que personas de la talla de Angélica Mayolo, Alejandro Éder, Catalina Ortiz, Diana Rojas, Tulio Gómez, Élmer Montaña, Roberto Ortiz, entre otros, considerarían participar en un proceso de estas características.