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Justicia para Duarte Cancino

Los habitantes de Cali tenemos derecho a conocer la verdad sobre el asesinato de monseñor Isaías Duarte

25 de octubre de 2020 Por: Vicky Perea García

Los habitantes de Cali tenemos derecho a conocer la verdad sobre el asesinato de monseñor Isaías Duarte, por eso debe celebrarse una nota de prensa según la cual el Alcalde y el Arzobispo caleños, alzaron su voz para pedir que las antiguas Farc den cuenta sobre su posible involucramiento en el crimen.

Durante las semanas previas al asesinato se le oyeron a monseñor Duarte un par de afirmaciones premonitorias. La primera daba cuenta de su tranquilidad de conciencia por haber actuado a lo largo de la vida en forma coherente con sus valores y principios. La segunda afirmación expresaba su ausencia de temor con respecto a la muerte: “Soy de raza de muertos”, decía.

En esa Colombia perturbada de principio del Siglo XXI el Arzobispo se había atrevido a defender con valentía a los feligreses secuestrados en la iglesia La María como en el restaurante la Cabaña. Sin incitar a la violencia ni a la retaliación el pastor era contundente al condenar a todo el que atentara contra la vida y la dignidad de las personas, ya se tratara de mafias, paramilitares, Farc o Eln. Entre tanto, movido por el espíritu humanitario nunca se negó a sostener una interlocución discreta y firme con cualquiera de los actores del conflicto si ello implicaba la posibilidad de liberar personas o salvar vidas.

Sin embargo Isaías no estuvo a salvo de incomprensiones. Por ejemplo, tras recibir información de los párrocos denunció la influencia de las mafias en algunos municipios del Valle y advirtió sobre las consecuencias electorales previsibles, pero sus palabras fueron descalificadas. Andrés Pastrana, presidente por entonces, en forma irresponsable le acusó de “tirar la piedra y esconder la mano”. Los distintos malquerientes debieron interpretar así que la voz de la Iglesia estaba inerme.

En un reportaje que ‘Pablo Catatumbo’, exjefe regional de las Farc, concedió a la periodista Olga Criollo, afirmó no haber participado “directa o indirectamente en el asesinato de Monseñor…”. El anterior combatiente también se apresuró a negar los vínculos de su organización con aquella operación siniestra, pero agregó que en aquella época él no se desempeñaba como comandante de esa guerrilla en el Occidente “porque aún vivía Alfonso Cano”. Esta afirmación significa que aquel grupo insurgente pudo efectuar en la zona otras operaciones de guerra sin el conocimiento de ‘Catatumbo’.

Ahora bien, el relato de ‘Catatumbo’ sobre su falta de relación individual con los hechos es creíble. Según versiones confiables una persona muy cercana a él había sido secuestrada por los paramilitares y monseñor Duarte se la jugó a fondo para liberarla. Pero la misma conclusión no puede sacarse con respecto a la responsabilidad de las Farc en su conjunto. Los avances iniciales de la investigación relacionada con el asesinato fueron dicientes, hasta el punto que en diciembre 16 de 2002, el diario El tiempo incluyó un documentado artículo que tituló: ‘El
Secretariado ordenó matar a monseñor Duarte’.

Ojalá las Farc que comienzan a dar señas de acoger el espíritu de verdad, se comprometieran con una investigación rigurosa sobre la posible responsabilidad de alguna de sus estructuras en esta tragedia. Para lograr resultados creíbles es indispensable que la Iglesia local reclame su condición de víctima y con la participación de laicos y clero vigile el proceso.

Sigue en Twitter @antoderoux