El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

El reclamo de la Indignación

Quisiéramos seguir evadiendo, no mirar hacia esa Colombia herida por la guerra

3 de julio de 2022 Por: Antonio de Roux

Ante el cataclismo de la guerra interna, ante la tragedia de millones de compatriotas victimizados, el Informe Final de la Comisión de la Verdad pone el dedo sobre la llaga. ¿Por qué sucedió lo sucedido? ¿Por qué sigue aconteciendo? Las preguntas son incómodas en tanto aluden también a la responsabilidad de cada uno de nosotros.

El asunto es que nos molesta vernos en el espejo, permitir que otro u otros describan nuestras dolamas y falencias, el lado oscuro que todos arrastramos con respecto a nuestras responsabilidades colectivas. Quisiéramos seguir evadiendo, no mirar hacia esa Colombia herida por la guerra, no preguntarnos sobre la actitud que nos correspondería tomar ante la barbarie inhumana, abrumadora.

A lo largo del conflicto nuestras mentes han estado segmentadas: la guerra ha sido considerada cuestión de guerrilleros, paras, narcotraficantes y militares. Estos serían protagonistas de un desastre escenificado lejos, en la Colombia rural o en las barriadas empobrecidas y caóticas. Pocas veces nos hemos interpelado como ciudadanía sobre el sufrimiento de las víctimas, por el contrario, hemos sido condescendientes con la maquinaria infernal que las multiplica. Un mecanismo en el cual se mezclan la politiquería corrupta, la corrupción ubicua, la impunidad generalizada, la incapacidad de generar oportunidades de sustento y el narcotráfico rampante, entre otros factores.

Uno de los legados del Informe de la Comisión es que pone la responsabilidad de todos los habitantes en la mira, incluyendo la de quienes nos consideramos “ciudadanos de bien”; personas que con nuestra indiferencia o nuestro negacionismo propiciamos la continuidad de la tragedia, olvidando que sin paz integral esta patria no tendrá futuro.

En su aparte Reclamo de la Indignación el Informe cuestiona las actitudes aludidas y con palabras descarnadas nos impulsa a efectuar un profundo autoexamen colectivo:

“No teníamos por qué haber aceptado la barbarie como natural e inevitable ni haber continuado los negocios, la actividad académica, el culto religioso, las ferias y el fútbol como si nada estuviera pasando. No teníamos por qué acostumbrarnos a la ignominia de tanta violencia como si no fuera con nosotros, cuando la dignidad propia se hacía trizas en nuestras manos. No tenían porque los presidentes y los congresistas gobernar y legislar serenos sobre la inundación de sangre que anegaba el país en las décadas más duras del conflicto.

¿Por qué el país no estuvo para exigir a las guerrillas y al Estado parar la guerra política desde temprano y negociar una paz integral? ¿Cuáles fueron el Estado y las instituciones que no impidieron y más bien promovieron el conflicto armado? ¿Dónde estaba el Congreso, dónde los partidos políticos? ¿Hasta dónde los que tomaron armas contra el Estado calcularon las consecuencias brutales y macabras de su decisión? ¿Nunca entendieron que el orden armado que imponían sobre los pueblos y comunidades que decían proteger los destruía, y luego los abandonaba en manos de verdugos paramilitares? ¿Qué hicieron ante esa crisis del espíritu los líderes religiosos? ¿Qué hicieron los educadores? ¿Qué dicen los jueces y fiscales que dejaron acumular la impunidad? ¿Qué papel desempeñaron los formadores de opinión y los medios de comunicación? ¿Cómo nos atrevimos a dejar que pasará y a dejar que continúe?”.

Sigue en Twitter @antoderoux