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Acabar con Belalcázar y el América

Mi sorpresa se tornó en asombro al saber que se propone encerrar la escultura en la llamada Casa de las Memorias del Conflicto, como si se tratara de trofeo en una guerra que llevaría quinientos años

21 de junio de 2020 Por: Antonio de Roux

Toda ciudad es mucho más que sus edificios y avenidas. Es mucho más que sus empresas y su economía. Incluso es más que sus habitantes transitorios o permanentes. Una ciudad verdadera tiene que ser la expresión de un imaginario colectivo, de una cultura convergente, de una manera de asumir la vida. Esa identidad se basa en las tradiciones, los personajes, los fracasos y logros.

A una ciudad llegarán expresiones culturales de distinto origen; estarán presentes planteamientos y reflexiones disímiles provenientes de sus académicos, empresarios, políticos y líderes sociales. Pero tal diversidad está llamada a enriquecer y fortalecer, no a destruir lo que ya se tiene.

La identidad de una población no puede ponerse en duda ni negociarse. Hay un modo de ser parisino, romano, berlinés o londinense. La personalidad de esas urbes está tejida de episodios y actores sombríos pero también de grandes destellos del espíritu y sublimes realizaciones.
Uno de los grandes desafíos de toda ciudad es precisamente proteger esa identidad.

Por todas estas consideraciones quedé sorprendido ante la idea de eliminar u ocultar la estatua de Sebastián de Belalcázar, fundador de Cali. Mi sorpresa se tornó en asombro al saber que se propone encerrar la escultura en la llamada Casa de las Memorias del Conflicto, como si se tratara de trofeo en una guerra que llevaría quinientos años.

Según lo establece el método de análisis histórico es grave error juzgar a quienes habitaron hace siglos con los criterios de los tiempos presentes, y es que cuando sucedieron los hechos había un contexto distinto.

Aunque no nos gusten las prácticas empleadas durante la conquista los referentes de entonces les conferían legitimidad. Por eso si se defenestrara a Belalcázar, habría que hacer lo propio con los reyes católicos y sus sucesores; con Cristóbal Colón, los virreyes e incluso los libertadores. Y habría que incluir a los antepasados de medio Cali, porque a finales del Siglo XVIII la población afro local vivía en el oprobio, esclavizada por los residentes blancos.

Pero además en la tirria contra el fundador hay mucho de ignorancia. Belalcázar fue exaltado con un monumento al celebrarse los 400 años de la ciudad por su capacidad de sobreponerse a los obstáculos e impulsar el progreso. En el Perú estuvo sometido al mando de Pizarro y aquí vino acompañado de sus amadas hijas mestizas. También participó en hechos polémicos en medio de circunstancias militares y jurídicas que no pueden juzgarse a la ligera.

Uno de los aciertos de la revolución cubana fue crear la Oficina del Historiador de la Habana dedicada a estudiar y difundir la memoria colectiva. Y es que los vencedores sabiéndolo asunto de identidad nacional, no se atrevieron a enjuiciar la historia primera del país ni a sus actores.

Sería bueno que los interesados en desterrar al fundador impulsaran una institución similar capaz de investigar personajes, ejecutorias y contextos; un ente que nos ayude a esclarecer e integrar, a ilustrar a los caleños nuevos. Un organismo que no suprima sin más pedazos de lo que somos.

Como producto de esa iniciativa quizá se evite la desaparición del equipo América cuyo nombre honra a Américo Vespucio, acaso un cómplice quien ayudó con sus mapas a los ‘criminales’ que en la conquista y la colonia fueron protagonistas.

Sigue en Twitter @antoderoux