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Ángeles entre nosotros

Hoy tengo absoluta certeza -desde la entraña, el alma y la piel– de que a mi lado está siempre esa compañía divina en la que creía desde la teoría de la fe.

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Ossiel Villada Trejos
Ossiel Villada Trejos. | Foto: El País

1 de ago de 2025, 03:03 a. m.

Actualizado el 1 de ago de 2025, 03:03 a. m.

En mis interminables viajes entre la calle, la música y el insomnio he regresado por estos días a un par de melodías que creía perdidas.

Recordé, por ejemplo, que mi querido amigo Kike Escobar fue el primero en hacerme escuchar la letra de una balada que escribió el compositor cubano Titti Soto, pero que en su momento pasó casi inadvertida para el mundo, aunque la grabó el gran José José.

‘Uno mismo’, como se titula, vino a convertirse en un fenómeno solo cuando la grabó en ritmo de Salsa Tony Vega, ese otro gran cantante boricua – ex vocalista de la banda de Willy Rosario – al que los caleños queremos casi como un hermano.

Uno mismo se aleja, uno mismo regresa. Uno mismo se pierde, uno mismo se encuentra…”, dice esa melodía que todavía suena en las emisoras salseras de Cali.

Recuerdo que, cuando la escuché por primera vez, también andaba encarretado con la lectura de las ‘Memorias de Adriano’. Y, de alguna manera que solo pueden explicar los misterios de la noche, ambas cosas se me quedaron grabadas como piezas magistrales de reflexión filosófica que te obligan a repensar cada paso de tu camino.

Me pasó igual, por ejemplo, cuando llegué por primera vez a ‘Maestra Vida’, de Rubén Blades; a ‘Las 40’, de Rolando Laserie, o a ‘Cambalache’, de Enrique Santos Discépolo.

Pero también he recuperado por estos días, y me he quedado con ella sin hacer pausa, la letra de ‘Gente’.

“Gente que se despierta cuando aún es de noche y cocina cuando cae el sol. Gente que acompaña a gente en hospitales, parques. Gente que despide, que recibe a gente en los andenes. Gente que va de frente, que no esquiva tu mirada. Y que percibe en el viento cómo será el verano, cómo será el invierno…”.

La grabó la voz luminosa de Sole Giménez, por allá en el 2001, con ‘Presuntos Implicados’, ese trío maravilloso que vino a renovar la escena del Folk, el Blues y el Jazz Pop español.

De alguna manera, esa melodía habla de mis padres y de mis antepasados, de mis hijas y de los caminos que he andado.

Pero además, contiene una afirmación de apenas cuatro palabras que se me ha hecho evidente en los últimos meses con una contundencia inobjetable, como una especie de revelación divina: “Hay ángeles entre nosotros…”.

Como bien dijo la escritora Clarice Lispector en esa frase que recogió Willie Colón para una de sus obras maestras, “yo creo en muchas cosas que no he visto…”. Y si de algo estoy seguro hoy, es que Dios cree más en mí de lo que yo en él.

Hoy tengo absoluta certeza -desde la entraña, el alma y la piel– de que a mi lado está siempre esa compañía divina en la que creía desde la teoría de la fe. Encuentro ángeles en mi camino todo el tiempo: en el taxi, en la calle, entre los fríos despachos oficiales y entre las calles más calientes de esta ciudad sonriente que se debate entre la furia y el éxtasis.

Y, por estos días, la certeza de que existen esos ángeles es el escudo que me ha servido para sobrevivir a un mundo en el que la vanidad, la arrogancia, la falta de empatía y el culto al conflicto están a la orden del día. También para seguir exorcizando mis propios fantasmas.

Y hoy traigo todo esto a cuento porque sí. Tal vez porque entre la atmósfera enrarecida de este país polarizado necesito respirar. O porque quiero creer que Cali tiene más ángeles que demonios. O porque es viernes. O por el milagro de estar vivo…

Periodista y economista. Melómano apasionado, autodidacta obsesivo y enamorado eterno de Cali. Nadie le quita 'lo bailao'

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