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Elecciones pasadas y contemporáneas

Las elecciones son una de las pruebas de fuego de la democracia,...

21 de abril de 2014 Por: Álvaro Valencia Tovar

Las elecciones son una de las pruebas de fuego de la democracia, en particular en Latinoamérica, donde los procesos electorales sirven para medir la autenticidad del ser democrático de casi todos los países del hemisferio, con variables derivadas de la estratificación sociopolítica, a veces económica, de los entornos familiares.Mi personal experiencia como militar colombiano, la viví desde mi ingreso a la Escuela Militar de Cadetes. En cuanto a preparación práctica para el manejo del orden público, tenía como punto de partida el Reglamento del Servicio de Guarnición y Orden Público, convertido en decreto ejecutivo. Por su carácter rígidamente apolítico y profesional, tenía pocos cambios con los relevos de comandantes y ministro de guerra. Más frecuentemente, adaptaciones y adiciones que se cumplían mediante las órdenes del día, cuyo contenido se llevaba al conocimiento del Ministro de Guerra y si llegare el caso, del Presidente.Había regiones donde la beligerancia de los partidos políticos y de los caciques dueños de su masa electoral, daba lugar a enfrentamientos, pedreas y hechos de sangre que obligaban a anular los comicios y repetirlos al domingo siguiente. Uno de estos casos ilustrativos de tales fenómenos lo constituía el municipio de Pacho en Cundinamarca. Con el grado de subteniente recién egresado de la Escuela Militar, fui destinado a una de las fracciones no orgánicas destinadas a cubrir el territorio nacional, con prioridad en las áreas donde la ardentía de la beligerancia partidista podría producir choques, riñas y conflictos que obligaran a anular los comicios y repetirlos el domingo siguiente con fuerzas superiores y si era necesario decretando El Estado de Sitio en el lugar del hecho. La fracción a donde se me destinó, iba comandada por el Capitán Jaime Polanía Puyo, a quien había conocido como cadete, hablador, discursero y jocoso. Nombrado director de la Revista de Estado mayor, equivalente a la de las Fuerzas Armadas, recorrió las aulas de la Escuela Militar en su edificio de San Diego, por cierto donde el Virrey don José Solís Folch de Cardona “sepultó su alegría” en los tiempos románticos. Para ese inolvidable edificio donde el Virrey vistió los hábitos de San Francisco de Asís, al paso que “doña María de Lugarda y Ospina, la célebre y casquivana doña Marichuela sepultó su alegría en los tiempos fastuosos de don José Solís”, según soneto de Camilo de Brigard Silva, sobrino de José Asunción.Llegados a Pacho desde la víspera, después de un reconocimiento del lugar con el señor Alcalde, adoptamos el dispositivo con prioridad en las entradas de las veredas de opuesta filiación política, Pasuncha y Villa Gómez, bajaron los rebaños campesinos de los camiones alquilados por los gamonales al servicio de mansanillos de los dos partidos. Lanzando gritos y vivas, desfilaban en alborotadas agrupaciones a los sitios de concentración. Para evitar choques masivos, se concedieron por sorteo dos horas a cada colectividad. Pese a todas las previsiones las dos manadas se atacaron violentamente. Mi Capitán Polanía, ordenó la salida del Ejército: con un vibrante toque de silencio logró una pausa y lanzó un discurso tan vibrante como elocuente, exigiendo paz y cordura, con algunas citas históricas, tan inaplicables en el momento, como inútiles las gorras del uniforme de fatiga. Cuando ya las piedras estaban en las manos de los “pacíficos campesinos”. Vamos Mono. Demos el ejemplo. Con mucho gusto lo acompaño, mi Capitán, pero el cráneo es preferible dejarlo para mejor ocasión. Me puse el casco de acero alemán, nos colocamos en la mitad de las dos manadas, al paso que el Ejército irrumpía en la misma brecha y con algo de culata -la menor posible- unos pocos disparos con cartuchos de fogueo y repetidos toques de corneta se puso fin a la algazara.