Reconocer la verdad
El narcotráfico ha sido un eje alimentador de este proceso histórico violento, en el que el Estado ha mostrado toda su precariedad...
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19 de jul de 2022, 11:40 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 05:00 a. m.
Surgida de los Acuerdos de Paz de La Habana y después de 4 años de trabajo, la Comisión presidida por el padre Francisco De Roux S.J. entregó su informe en Colombia y lo presentó posteriormente ante las Naciones Unidas. En su consideración, reconocer la verdad sobre el conflicto armado de los últimos 60 años es fundamental para el futuro de la sociedad colombiana. El informe consta de 10 volúmenes, con un valioso archivo testimonial y documental. Algunos de ellos no han sido aún publicados. También considera estrategias de divulgación no escritas para llegar a un público más amplio. Mis comentarios se basan en una lectura parcial de los documentos escritos conocidos.
En 50 años, con antecedentes a 1966 y aún con violencia armada después de 2016, se vivió un conflicto con características de barbarie que se ensañó especialmente contra víctimas civiles. El informe presenta una narrativa contundente sobre la degradación del conflicto armado a partir de la voz de las víctimas. ¿Quiénes fueron los principales responsables? ¿Cuáles son las modalidades del conflicto violento? ¿Cuál es una posible explicación? ¿Qué hacer para superar el conflicto violento y construir una mejor sociedad?
Los responsables de las acciones bárbaras y violentas fueron los paramilitares (45%), las guerrillas (27%) y agentes del Estado (12%). Se afirma que hubo 450.000 víctimas fatales entre 1985 y 2018 y que el 80% de las víctimas del conflicto fueron civiles no combatientes. En pocas palabras, se libró una guerra contra la sociedad. Las principales modalidades de conflicto violento que se reseñan son las masacres (4237, entre 1958 y 2019), los ‘falsos positivos’ cometidos por agentes del Estado (6402, entre 2002 y 2008), la desaparición forzada (110.000 personas), el secuestro (50.000 personas), el desplazamiento forzado (8.000.000 de desplazados desde 1985), el reclutamiento de niños y niñas (30.000 individuos), la violencia sexual de distintas modalidades, 400.000 personas discapacitadas. También cuantiosas afectaciones a la naturaleza (especialmente por el narcotráfico).
Una explicación general a lo sucedido puede estar en el dominio que se buscó establecer, de manera violenta y bárbara, sobre el territorio y la población, dados unos intereses económicos, de manera muy particular por la posesión y utilización de la tierra, unos intereses políticos por controlar el Estado y sus recursos y unos intereses por doblegar ideológicamente a la población. Se llegó así a la consideración de que al adversario político se lo podía eliminar. El narcotráfico ha sido un eje alimentador de este proceso histórico violento, en el que el Estado ha mostrado toda su precariedad: ha sido cooptado por la corrupción, por los grupos armados, ha sido impune frente a la barbarie, ha promovido una concepción de seguridad en defensa de intereses particulares, entre otros rasgos.
Pero la sociedad colombiana no se ha doblegado, ha mostrado también resistencia y defensa de valores propios de la civilidad. Puede encausar acciones colectivas en la construcción de un futuro mejor. El informe puede servir para desarrollar una estrategia pedagógica y de apropiación colectiva para reconocer la verdad de lo sucedido.
Ciertamente, es una verdad compleja en la que no hay un solo responsable. La lógica de la violencia contra el adversario debe dar paso a una sociedad que se construye pacíficamente sobre la base de diferencias y de fijar intereses comunes que profundicen la democracia y el bienestar de todos. El informe es un llamado para el conjunto de la sociedad civil, para el Estado y el Gobierno. A la comunidad internacional le pide que apoye la paz y la convivencia y no la guerra. Queda como nuestra tarea divulgar y apropiarse del informe.

Sociólogo de la Universidad Javeriana, M.A. y Ph.D. en Sociología de la Facultad de Graduados del New School for Social Research, Nueva York. Profesor del Departamento de Ciencas Sociales de la Universidad del Valle. Escribe en el periódico desde 1998.
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