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La decadencia de las democracias

Es realmente lamentable y desconcertante el papel de nuestros líderes políticos abyectos, sin principios o ideales. En estas elecciones hemos visto que se pasean de un lado al otro del espectro político e ideológico, sin ruborizarse.

13 de septiembre de 2022 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

A raíz de la elección presidencial en Colombia, la revista ‘The Economist’ publicó un artículo reiterando la decadencia socioeconómica de Latinoamérica en las últimas décadas, cuyo origen se atribuye a la gobernabilidad. La causa principal es el descrédito de las instituciones de origen democrático, en buena parte motivada por las brechas económicas y la falta de oportunidades laborales para los jóvenes. Yo añadiría dos adicionales: la tendencia en nuestro continente de darle más relevancia al pasado, relegando al futuro a un segundo plano, y la corrupción del sector político.

Privilegiamos el pasado histórico e indigenista, desestimando las oportunidades que se presentan en el horizonte, las cuales demandan un trabajo arduo, de largo plazo.

El narcotráfico, el peor de nuestros males, transformó nuestras costumbres. Ahora se buscan beneficios inmediatos sin sacrificios, se ha desacreditado el trabajo exigente para lograr lo que pretendemos, queremos ‘vivir sabroso’.

Para que se constituya la corrupción se requieren dos actores, quien reciba la coima y quien la pague. No se sabe quién es más culpable, como decía Santa Teresa: “El que peca por la paga o el que peca por pagar”. Esto ocurre con frecuencia en los contratos con el Estado, sin embargo, además existe una corrupción política de otro tipo, peor aún por sus efectos nocivos, se afectan un mayor número de ciudadanos, en un sinnúmero de frentes. Se trata de la hoy llamada ‘mermelada’, anteriormente calificada como ‘lentejismo’. Ocurre que este tipo de corrupción contribuye a la creación de burocracias innecesarias, mediocres e ineficientes, cuyos costos y consecuencias las tienen que pagar todos los contribuyentes, pobres y ricos.

Los méritos para acceder a los cargos en dichas dependencias del gobierno, como el conocimiento o la idoneidad, se desestiman. El único requerimiento es la lealtad política a quien influyó para su nombramiento, este a su turno recibe el beneficio de los votos, así se conserva la perpetuidad en los cargos de elección popular. A nuestros representantes poco les importa la opinión pública, la maquinaria es la que elige.

Recientemente en Colombia hemos visto cómo gran parte de los partidos y de los políticos que los representan están rodeando al nuevo gobierno, ignorando los términos de las nuevas reformas que se van a someter a su consideración. Se han comprometido a aceptar la tributaria, que ya se conoce, tal cual la presente el Ministro de Hacienda, vamos a ver si cumplen; todo a cambio de burocracia.

Es realmente lamentable y desconcertante el papel de nuestros líderes políticos abyectos, sin principios o ideales. En estas elecciones hemos visto que se pasean de un lado al otro del espectro político e ideológico, sin ruborizarse. La actuación del Partido Conservador es vergonzosa. Su nombre y sus líderes del pasado lo señalaban como el partido de la derecha, ahora se encuentra respaldando al Pacto Histórico que representa la izquierda. El Partido Liberal, durante el proceso electoral, dio tres saltos mortales para quedar hoy respaldando al vencedor en las elecciones, contrincante de sus anteriores candidatos preferidos.

¿Cómo pretenden que ante este comportamiento los ciudadanos confíen en sus instituciones políticas? La corrupción es profunda y nos causa mucho daño.