Vergüenza
Vergüenza. Esto es lo que siento con la reforma tributaria presentada por el ministro Carrasquilla en días pasados al Congreso. Vergüenza de una reforma que evidentemente no es coherente con las necesidades del país ni de la economía. Una reforma que no busca el bien común en el mediano y largo plazo, simplemente trata a las patadas de tapar un déficit que se creó no por la indisciplina fiscal, sino por la necesidad de responder a una pandemia.
Más allá de a quién graba o no, la reforma de Carrasquilla logra demostrar que al Estado los colombianos no le podemos creer. Es un Estado que no honra la palabra, es un Estado mentiroso. Hace unos años, en las pasadas reformas tributarias se estimuló la formalización de capitales con la promesa de no gravarlos por su cuantía si no solo por los ingresos que estos pudieran generar. Varios ciudadanos que por no confiar en el Estado habían dejado capitales en el exterior, decidieron confiar en él, pagar impuestos y declararlos en Colombia. El impuesto al patrimonio que hoy revive la tributaria es la primera falta grave a las promesas que en otro momento hizo el Estado.
Además de incumplir la palabra, el texto propuesto tendrá absurdas consecuencias. ¿Cómo es posible que vaya a frenar uno de los pocos sectores que se encuentra actualmente jalonando el crecimiento económico del país? La construcción de vivienda VIS. Dentro de la reforma, se plantea modificar dos herramientas que han mostrado gran eficacia en la dinamización de este sector: eliminar el reintegro de IVA para los constructores y gravar con renta las utilidades generadas por la venta de vivienda VIS. Estos dos cambios pueden representar cerca de 4 puntos de margen, con lo cual el desestímulo de generación de proyectos es real.
Si el talante ortodoxo en materia económica del Ministro de Hacienda no le permitía dormir tranquilo por el hueco fiscal, hubiera podido elaborar un texto un poco más sencillo y menos pretencioso que buscara disminuir el déficit y de paso recibir la palmadita en la espalda de las calificadoras de riesgo. Una reforma práctica que no generara las polémicas innecesarias que está generando.
Podría dedicar una columna a explicar por qué seguir desarrollando política fiscal basada en la estratificación es una medida ineficiente e inequitativa. Convencerlos que el país se debería volcar a tener un esquema tributario equitativo, buscando una reforma que gravara la generación de ingresos y rentas, no la percepción de riqueza. No es el momento político para tratar una reforma en este sentido. No me desgataré con esa ilusión.
No queda entonces otra salida que desear que el ministro Carrasquilla escuche las voces de los gremios, los partidos de gobierno y la oposición.
Que escuche los gritos de Colombia en pleno y retire esta reforma de vergüenza. Sugiero que adopte la reforma propuesta por algunos gremios donde ellos mismos plantean que se pospongan disminuciones tributarias que se deberían dar en los próximos años y de esta manera solucionar el hueco fiscal y la posible baja en la calificación de nuestro país.
El Estado es el mayor empresario que tiene nuestra economía, pues no solo tiene empresas como ISA y Ecopetrol, sino que participa con el 30% de las utilidades de todas las empresas del país. Por eso la mejor reforma tributaria que puede tener nuestro país es que esas empresas crezcan y generen utilidades. En eso se debería enfocar los esfuerzos de la reforma.