Depende de nosotros
Cali necesita liderazgos de excelencia, pero también, ciudadanos activos, más responsables y participativos.
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

25 de sept de 2022, 11:35 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 05:02 a. m.
En años recientes nos han tratado de convencer que vivimos en un pueblo. Lo escuchamos a diario y eso ha conseguido que nos acostumbremos a conformarnos con poco. Basta. Vemos a Medellín y sentimos dolor de patria chica cuando vemos su extraordinario progreso en los últimos 30 años; nos cautiva el progreso de Barranquilla o de Bogotá. Basta, no somos un pueblo; somos la tercera ciudad de Colombia y la tercera ciudad más grande del Pacífico sudamericano, luego de Santiago de Chile y de Lima. Deberíamos ser una gran urbe. Vivir, progresar, comportarnos y exigir para ser la gran ciudad que somos.
Recordemos todos cuando los antioqueños vinieron a Cali a conocer e inspirarse en el modelo de gestión de Emcali, nuestra hoy maltratada y abochornada empresa pública. Vinieron - los paisas - porque estaban buscando un referente para EPM y consideraron que Emcali era el modelo más adecuado, pues en los años 70 y 80 las Empresas Municipales de Cali eran ejemplares. Su manejo y la calidad de los servicios a los usuarios era ejemplo, en particular, luego del despegue que tuvo Cali en 1971 con los Juegos Panamericanos, entonces nos convertimos en la capital más pujante de Colombia. Hoy nos duele verla reducida a fortín politiquero.
Cali era una ciudad ejemplo hace 30 años, no con pocos retos. Iba por una senda que nos llenaba de vida y orgullo. Crecía y se convertía en referente empresarial, de civismo y de buenos gobiernos. Todo no era perfecto, pero estábamos convencidos de que aquí podíamos vivir bien, incluso, en medio de un país sacudido por la confrontación política. Nos acostumbramos a mirar el pasado con nostalgia, nos embarga la decepción de vivir en una ciudad donde estamos convencidos se podría vivir mejor, como se vivía en aquella Cali idílica de hace 50 años.
Debemos salir del foso de desaliento y desánimo en el que estamos y nos dejamos meter. A Cali le debemos dar la vuelta, solo al unirnos y tomar decisiones que nos encamine hacia ese cambio lo lograremos. Un primer paso está en nuestras manos. Somos parte importante de la solución, es forzoso modificar conductas y comportamientos que reflejen respeto por Cali y nuestros conciudadanos. Si algo tenemos en común dos y medio millones de personas es que compartimos el mismo suelo y convivir es el único camino que tenemos para vivir mejor. ¡Aprendamos, hagámoslo! Nos tienen divididos para mal gobernarnos y sacar provecho, nos quieren mantener así para seguir con su fortín politiquero.
Cali necesita liderazgos de excelencia, pero también, ciudadanos activos, más responsables y participativos. No es posible que sigamos acostumbrados a que volarse los semáforos en rojo o dejar la basura en la esquina el día que no pasa el camión es lo normal.
Pequeños pasos desde nuestra cotidianidad generan buenas costumbres para que Cali recupere su estatura de gran ciudad para vivir y progresar como antes y para ser el epicentro de desarrollo que necesita nuestro Pacífico y Colombia.
Nuestra respuesta debe ser la unidad. Hay muchas heridas y brechas que tenemos que cerrar, el camino es difícil, si lo hacemos juntos es totalmente posible. Tenemos el reto de poner de nuevo a Cali en el mapa de las grandes ciudades de América; una Cali con liderazgo y calidad de vida. Depende de todos darle a nuestra ciudad el trato y la dignidad que se merece. Depende de nosotros cambiar en lo pequeño y lo grande. Depende de nosotros acostumbrarnos al respeto, la transparencia y el buen gobierno. Depende de nosotros sacar lo mejor de cada uno, por nuestros hijos y nietos.

Especialista en políticas de Seguridad Internacional y Resolución de conflictos. Fue el director de la Agencia Colombiana para la Reintegración.
6024455000