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Memoria y conflicto

El Centro Nacional de Memoria Histórica es una de las instituciones más valiosas con las que ha contado este país desde el año 2007, cuando produjo el primer informe sobre la masacre de Trujillo.

19 de febrero de 2019 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

El Centro Nacional de Memoria Histórica es una de las instituciones más valiosas con las que ha contado este país desde el año 2007, cuando produjo el primer informe sobre la masacre de Trujillo. Primero como grupo y luego como centro, ha publicado más de 80 libros, con informes sobre lo sucedido en Colombia durante las últimas décadas. Ningún país ha tenido a su disposición tanta información sobre un conflicto sin que este haya terminado. Con el paso de los años el trabajo realizado se apreciará cada vez más. Cualquier persona puede entrar a Internet y con la sigla Cnmh puede obtener lo que quiera.

Ante la renuncia del historiador Gonzalo Sánchez quien, desde una posición académica independiente, hizo una meritoria labor de orientación de este trabajo, se ha abierto ahora la posibilidad de que sea sustituido por una persona con una clara orientación política uribista, que asume la manida tesis de que en Colombia no existe conflicto interno. ¿Qué podemos esperar de un grupo de trabajo, que se propone la comprensión de los horrores por los que hemos pasado, si su director de antemano parte de este presupuesto? Sería muy triste que el Cnmh se viniera al traste y se pusiera al servicio de una posición política para, desde ella, producir una reinterpretación de este doloroso pasado.

La preocupación por reconstruir el pasado comenzó en Alemania con la necesidad de dar sentido a lo que había sido el periodo nazi, que no encontraba un lugar coherente en la historia nacional. Siguió en Francia con la memoria de la ‘ocupación alemana’ y de la guerra de Argelia. Los españoles igualmente, después de la muerte de Franco en 1975, se preguntaron por el sentido de sus vidas durante la Guerra Civil (1936–1939) y el franquismo. Y por la misma vía entraron países como Polonia, Holanda, Suiza y muchos otros.

En América Latina comenzaron a multiplicarse las comisiones de la verdad después de que en Argentina apareció el informe ‘Nunca más’ sobre los horrores de la dictadura (1976-1983) o en Chile el informe de la ‘Comisión Rettig’, tres años después de la caída de Pinochet. Casi todos los países del continente siguieron por la misma vía, utilizando incluso el mismo nombre consagrado en Argentina. En Colombia, donde ‘todo nos llega tarde’, como decía el poeta, la Ley de Justicia y Paz creó en el año 2005, en contravía con las intenciones de sus gestores, el Grupo de Memoria Histórica, que produjo en 2013 el informe ‘Basta ya’.

La reconstrucción de la memoria de los conflictos está orientada sobre todo a poner sobre el tapete la noción de víctima, que anteriormente era desconocida. Una sociedad no puede sobrevivir después de una grave conmoción interna si no repara las víctimas, identifica los responsables y da sentido a lo sucedido en la trama de su historia nacional. Esto es lo que ha hecho el Cnmh y lo que hemos hecho muchos académicos, desde las universidades públicas sobre todo, de manera independiente y libre de los presupuestos ideológicos de la política de turno. El inventario es de una riqueza impresionante.

Sobra agregar que lo que define a una democracia es el reconocimiento del conflicto, como elemento siempre presente en todo tipo de relaciones sociales. Lo que necesitamos es la construcción de espacios institucionales que permitan dar un tratamiento a los conflictos y las diferencias, sin que conduzcan a la eliminación de los adversarios. Como decía E. Zuleta “una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Solo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”. Negar el conflicto es una forma de promover la guerra.

P.D. Nuestra solidaridad con la familia del periódico El País, por la temprana desaparición de la periodista Judith Gómez. Su espíritu combativo de reportera de la política local permanecerá en nuestra memoria.