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Invitación a perdonar

“Un día un hombre me visitó. Se veía triste. Me dijo: déjeme que le cuente algo que me apena. Yo soy el que mató a sus hijos. ¿Me puede perdonar?”.

14 de mayo de 2019 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

“Un día un hombre me visitó. Se veía triste. Me dijo: déjeme que le cuente algo que me apena. Yo soy el que mató a sus hijos. ¿Me puede perdonar?”. Así comienza el documental ‘Más allá del bien y del mal. Historias de justicia y perdón’ de Roger Sottidwood y Lekha Singh, proyectado en 2012, que recoge narraciones de encuentros entre víctimas de diferente bando, o entre víctimas y victimarios, en tres lugares emblemáticos de los conflictos de las últimas décadas: Israel y Palestina, Irlanda del Norte y Ruanda.

El primer caso es el de una mujer que establece contacto con el hombre que puso una bomba en el Hotel Brigthon de Belfast en 1984, dirigida contra la primera ministra Margaret Thatcher y su gabinete, y mató a cinco personas, entre ellos a su padre. Ella quería saber por qué su padre había muerto; el victimario, por su parte, no podía comprender cómo esa mujer, a la que había hecho tanto daño, estaba dispuesta a escucharlo. Pero después de hablar de manera ininterrumpida, la construcción que tenía de su enemigo se desbarató y, por esa misma vía, de sí mismo: “No sé qué más decir. No sé quién soy”, atinó a decir. La mujer terminó por respetar su punto de vista, entendió que la solución no era la venganza y que lo importante era poder ver al otro como un ser humano similar a ella y no simplemente como un enemigo, como un bárbaro hecho de otra sustancia.

El segundo caso es el encuentro entre un palestino y un israelí que en circunstancias distintas perdieron a sus hijas pequeñas en medio del conflicto. El israelí fue invitado a un ‘foro de familias palestinas’ al que concurrían otros que también habían sufrido pérdidas similares. Al compartir la experiencia de su dolor con los que antes despreciaba pudo comprender lo absurdo de sus enfrentamientos. Sus enemigos tenían la “sangre del mismo color” y sus “lágrimas eran igual de amargas”. Eran seres humanos, que sufrían como él y no simplemente terroristas

El tercer caso es el encuentro entre Beata, una mujer que perdió a sus cinco hijos en la masacre de la Iglesia Católica de la población de Nyatama, donde 10.000 habitantes de Ruanda fueron asesinados con machete y Emmanuel, asesino de sus hijos, condenado a prisión por los sucesos. El victimario buscó a su víctima para contarle lo sucedido, porque necesitaba su perdón. Ella lo rechazó y le dijo que prefería verlo muerto. Pero él insistió hasta que finalmente fue escuchado.

La moraleja que los directores de este documental sacan de sus historias es que la solución de los conflictos violentos sólo es posible si estamos en condiciones de escuchar al adversario, al victimario que nos ha hecho daño, entender sus razones y justificación, comprender su culpa y su arrepentimiento para lograr finalmente perdonarlo. En las guerras realmente no se asesina a un otro, dotado de atributos concretos y específicos, sino a alguien que ocupa una posición en un grupo, que representa una ideología y un punto de vista. Y la primera condición es humanizar al adversario, entenderlo como un ser concreto, como un hermano que pertenece al mismo género que yo, más allá de sus emblemas guerreros. Y para ello se necesita hablar, contar nuestra historia y poder reconstruir el punto de vista del otro, por diferente que sea del propio. Alcanzar esta posición no es fácil en un conflicto de las características que conocemos en Colombia. Sin embargo, es una aspiración que podemos llevar y guardar en la intención.

Desde la corporación La Paz Querida, fundada hace tres años en Bogotá y seis meses en Cali, para trabajar por la paz en el suroccidente colombiano, queremos invitarlos a conversar sobre este documental el próximo jueves 30 mayo a las 6:00 p.m. en la Sociedad de Mejoras Públicas, frente a la Iglesia La Merced.